Falleció el pionero de Inca Kola en EEUU
Luis del Castillo Jardines, cubano de nacimiento, y pionero de la inmigración de Inca Kola a los Estados Unidos fue sepultado esta semana en Miami.
Jardines, quien residía en el Estado, fue el CEO de la distribuidora Continental Food and Beverages, con sede en Clifton, Nueva Jersey. Trajo la popular bebida de origen peruano a La Unión Americana en 1982; antes de eso los peruanos nostálgicos la traían en las maletas de su equipaje cuando regresaban de sus país, como encargos para sus familiares o amigos.
La vinculación del fallecido con la familia inmigrante británica Lindley, quienes crearon en el Perú la fórmula -decían que era a base del vegetal yerba luisa-, la patentaron y la produjeron, comenzó en los años 60 cuando Jardines trabajaba para Davis Lawrence Company, en Nueva York, que producía la base de la agua carbonatada: la que permitía la formación de las burbujas, y hacía el control de calidad del agua de la bebida.
Los propietarios de la marca lo enrolan más tarde en sus filas con el propósito que se dedicara a la internacionalización de Inca Kola -contó meses antes de morir a éste reportero.
Empezó con el Ecuador, donde ahora hay una fábrica productora, pero el mercado no estaba maduro y se trasladó a conquistar Puerto Rico, en la Isla del Encanto tuvo otro traspiés y no pudo competir porque la Perpsi Cola tenía el dominio total y “tuvímos que hacer un retiro estratégico a Miami“, EE.UU., donde finalmente encontró el rumbo que buscaba.
Allí les pareció extraño que una bebida de color amarillo, con parecido a la cerveza, ingrese al mercado. “No se va a vender”, le decían. No le importó. Comenzó a producir el mínimo de 2,000 cajas que le pedía la embotelladora que contrató.
Así empezó a aparecer Inca Kola, por primera vez en Estados Unidos. Recordó que las primeras cinco cajas que salieron a la venta en Miami viajaron en la maleta de un taxi. El primer día se vendieron 3 cajas, quien compare esta cantidad con las millones de cajas que se venden hoy en Estados Unidos, y que se embotellan en cinco estados, diría que Luis Jardines llegó muy, muy, lejos, todo gracias a la persistencia, y la búsqueda incesante de las esquivas oportunidades.
Rápidamente se dio cuenta que la plaza principal de la bebida estaba en la Costa Este del país. Llevó 100 cajas para venderlas a Nueva York, introduciéndolas en su departamento al filo de la medianoche para que el portero no se diera cuenta que lo usaba de almacén.
Luego siguió Paterson, y al poco tiempo trasladó las operaciones totales a Nueva Jersey, apareciendo en festivales y fiestas nacionales, obsequiándolas para que el público que no la conocía probara que era una bebida que podía acompañar sus comidas o mitigar su sed.
Jardines era un diestro negociador, aprendió a prospectar y cerrar un negocio con el bodeguero del barrio así como con las multinacionales, de manera que fue llamado a la mesa de las negociaciones entre el grupo Lindley y la Coca-Cola, cuando ésta última compró el 50% de las acciones de la embotelladora peruana, y sus distribuidoras internacionales por 200 millones de dólares.
Jardines fue muy apreciado en la comunidad hispanoamericana y en el sector empresarial del Estado. Que descanse en paz.