Piden orden ejecutiva de protección a trabajadores de Nueva Jersey

Sara Ramos, Evelyn Saz, Felipe Contreras, Reinalda Cruz y Andrew Cooper, tienen algo en común: les preocupa la falta de protección de ellos, y sus compañeros de trabajo, ante el Covid-19.

Ellos y otros trabajadores, de unas 10 organizaciones sindicales, laborales y pro inmigrantes del estado de Nueva Jersey interrumpieron, la mañana del lunes 7 de septiembre, el silencio de las calles de Elizabeth, en Union County, para pedir al gobernador Phil Murphy que establezca una orden ejecutiva en beneficio de los trabajadores esenciales indocumentados, que les permita mejorar sus condiciones laborales y protegerlos de la epidemia del Covid-19.

Louis Kimmel, de la organizacion New Labor dejo en claro que la marcha quería llamar la atención del gobierno estatal para que se preocupen por la salud de los trabajadores inmigrantes desprotegidos contra el covid-19, estableciendo medidas estrictas y de control en los centros laborales, mejorar sus salarios y ayudarlos económicamente para enfrentar la pandemia, mediante una orden ejecutiva que debería emanar de la oficina del gobernador del estado.

Reynalda Cruz, de la organización New Labor en New Brunswick, sostiene un cartel con las peticiones de los trabajadores al gobernador.

“Si los trabajadores no tienen garantías, como obligar a los empleadores a dar implementos de protección contra el covid-19 para hacer su trabajo de manera segura, el derecho a dejar de trabajar si hay riesgo de contagio, pagos por días de enfermedad, salarios justos, etc,  no estamos siendo respetados,” dijo.

Sara Ramos, dice que la agencia le roba horas en su trabajo y le cobran $50 dólares por el viaje diario a sus labores. Con un presupuesto apretado para mantener a su hija y su mamá, ahora le preocupa caer en la cama por la pandemia. 

“Nos llevan en camionetas vans antiguas con mala ventilación, hay gente que se ha enfermado, se ve que no la limpian” se queja “ para que en la factoría si nos dan máscara; el problema es el jornal, con lo que me quita la agencia no me queda para nada, mi hija tiene que salir a trabajar también. Eso deberían mirar las empresas: que nos paguen mejor”.

Evelin Zas es una latina que sufrió el Covid-19 y su dilema oscilaba entre ir a trabajar o cuidar a su familia. Ambas cosas no la dejaban tranquila. A ello se ha añadido el inicio de clases, que ha abierto un nuevo frente en sus preocupaciones.

“Yo y mis compañeras tenemos esa inquietud que más que inquietud es un miedo a mandar a nuestros hijos a la escuela a que se contagien y nos contagiemos todos,” dijo.

En los hoteles se presenta la misma circunstancia dice Reynalda Cruz, de la organización New Labor en New Brunswick, porque están expuestos al Covid-19 igual que los trabajadores de restaurantes o factorías porque “a veces los huéspedes bajan sin la mascarilla y ¿qué pasa con nosotros que estamos al lado? Pues que podemos contagiarnos. Entonces tampoco estamos protegidos muy bien aunque tengamos un cártel de distanciamiento social en el elevador y mascarillas”.

Felipe Contreras trabaja en una “laundry” y ha estado expuesto al Covid-19 por más de tres  meses, casi de milagro que no cayó enfermo porque durante los primeros meses de la pandemia no le dieron máscaras “ni guantes, que es lo más esencial para quienes trabajamos en lavanderías. Hemos estado peleando por eso y por mascarillas y caretas pero el empleador no nos estaba cumpliendo”.

Contreras pertenece a la organización Laundry Workers Center, con filiales en Nueva York y Nueva Jersey, y cree que la única manera de conseguir más protección para él y sus compañeros es mantener “el pie sobre el acelerador” para ser escuchados.

Y Andrew Cooper, un trabajador sindicalizado, afroamericano, del aeropuerto de Newark, graficó la manera bruta que lo ha atacado la pandemia: tiene facturas de hospital por un monto de $25,000 que no puede pagar porque no tiene seguro de salud.Luego de la marcha la ciudad volvió a la calma, las calles desiertas y los negocios sin muchos clientes.