Supremo dividido por el matrimonio gay
El Tribunal Supremo se mostró dividido sobre la legalización en todo el país del matrimonio homosexual, en una audiencia marcada por las protestas dentro y fuera de la corte y cuyos resultados no se conocerán hasta la votación de junio, manteniendo en vilo a la opinión pública.
Predicadores, activistas con banderas de arco iris y travestis se congregaron en el exterior del Supremo, en el centro de Washington, mientras dentro nueve jueces que podrían hacer historia debatían sobre la cuestión.
Los magistrados formularon preguntas a partidarios de la legalización y a defensores del poder de los estados sobre el Gobierno federal para legislar sobre el tema.
“Todas las definiciones que he visto, desde hace docenas de años, definen el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Obviamente, si ustedes tienen éxito, esa definición no estaría vigente nunca más”, dijo el presidente del alto tribunal, John Roberts, durante la audiencia de dos horas y media.
Con estas palabras, el magistrado puso de relieve la importancia social del matrimonio, que esgrimen los detractores de la legalización para defender las prohibiciones de los estados y no reconocer estas uniones entre las personas del mismo sexo.
“No se trata de cambiar la definición del matrimonio”, contestó la veterana defensora de los derechos de los homosexuales Mary Bonauto, que defendió que las parejas gais tienen el mismo derecho que el resto a casarse, tal y como establece la Decimocuarta Enmienda a la Constitución, en la que se procura “igual protección ante las leyes” a todos los ciudadanos.
Este es precisamente el lema que preside la fachada oeste de la máxima instancia judicial del país, ante la que se concentraron durante todo el día grupos a favor y en contra del matrimonio gay con enormes banderas del arco iris, biblias y sotanas, poniendo rostro a la división que despierta el tema en la sociedad estadounidense.
Sin embargo, no todas las protestas se quedaron a las puertas del Supremo. “¡La homosexualidad es una abominación!” gritó un hombre, de avanzada edad, que de repente se levantó durante la audiencia y empezó a protestar, hasta que varios guardias de seguridad lo sacaron de la sala.
La interrupción fue “algo refrescante”, bromeó el juez Antonin Scalia, considerado uno de los más conservadores del tribunal, que puso en tela de juicio su capacidad y la de los otro ocho magistrados de la Corte Suprema para decidir sobre el asunto.
“Nos están pidiendo que decidamos lo que ninguna otra sociedad había decidido antes de 2001”, argumentó Scalia, en referencia a la entrada en vigor de la ley que permitió estas uniones en Holanda, el primer país del mundo en legalizar el matrimonio homosexual.
El juez Anthony Kennedy, cuyo voto se considera decisivo para un eventual desempate entre los nueve magistrados, pareció compartir esas dudas cuando dijo que la definición del matrimonio, como la unión entre un hombre y una mujer, ha estado presente en la sociedad desde hace “milenios” y es “muy difícil” para los jueces creer que pueden redefinirla esa institución.
En el otro lado, se situó la magistrada Sonia Sotomayor, la primera hispana del Supremo, que durante las preguntas a los detractores del matrimonio homosexual afirmó que el tribunal no vulneraría la libertad religiosa de nadie si fallara a favor de los demandantes.
“Nadie -argumentó Sotomayor- le está quitando nada a nadie. Cada individuo en esta sociedad elige, si puede, su orientación sexual y con quién se casa”.
“Sospecho -continuó- que incluso si se dan derechos a los gais para casarse, muchos elegirán no hacerlo. Igual que las hacen parejas heterosexuales. Así que nadie le está quitando la libertad a nadie”.
La magistrada, designada en 2009 por el presidente, Barack Obama, respondía así a los argumentos del letrado John J. Bursch, en representación del estado de Michigan, uno de los casos de alto perfil que estudiaron los jueces junto a otros tres de Kentucky, Ohio y Tennessee.
“Nuestro estado no está en contra de ningún matrimonio, pero la definición está en la Constitución. Se puede cambiar dialogando y hablando, de forma que sean las personas las que decidan, los estados, y no los jueces”, subrayó el letrado en una rueda de prensa posterior a la audiencia a las puertas del tribunal.
Hasta junio no se conocerá la decisión del Supremo, que podría legalizar el matrimonio gay en todo el país o devolver el caso a los estados, continuando con la eterna pugna entre autoridades estatales y federales, que, al igual que la lucha por los derechos de los homosexuales, tiene años de historia.