Corte Suprema avala a la reforma sanitaria
El aval del Tribunal Supremo a un pilar de la reforma sanitaria de Barack Obama es una gran victoria para el presidente y un inesperado alivio para los republicanos, que critican la ley pero evitarán que millones de ciudadanos queden sin cobertura en los estados que gobiernan en año preelectoral.
La reforma sanitaria de 2010, el mayor éxito de Obama en política nacional, superó un importante desafío judicial.
Un rechazo del Supremo habría acabado con los subsidios federales a los estados republicanos que no quisieron sumarse -más por principios ideológicos que por motivos prácticos- al mercado de seguros médicos obligatorios del llamado «Obamacare», como se conoce popularmente a la reforma.
El espaldarazo de la Corte (con 3 votos en contra y 6 a favor, dos de ellos de jueces que normalmente se alinean con los conservadores) permite que 13,4 millones de estadounidenses en 37 estados no pierdan las ayudas federales (270 dólares mensuales de media) para pagar el coste de su seguro médico, según datos de la Fundación Kaiser Family.
Estimaciones de la Fundación Robert Wood Johson, otra organización centrada en asuntos sanitarios, consideran que 8 millones de estadounidenses hubiesen perdido toda cobertura médica, un problema que afectaba al 20 % de los estadounidenses antes de la puesta en marcha del Obamacare, porcentaje que ahora se acerca al 10 %.
«La ley de cuidado sanitario asequible (nombre oficial de la reforma) está aquí para quedarse», afirmó en los jardines de la Casa Blanca Obama, que sacó pecho por este nuevo sello de aprobación del Supremo, que ya validó otra parte vital de la reforma en 2012.
La oposición republicana no tardó en criticar la decisión del Supremo por no permitir a los estados decidir sobre si quieren o no sumarse a la ley de Obama, y varios aspirantes a la Presidencia de EE.UU. en las elecciones de 2016 alzaron la voz.
Así, el senador republicano y precandidato presidencial Marco Rubio llamó a los jueces «activistas», mientras otro senador conservador, el también aspirante electoral Ted Cruz, criticó la injerencia federal en los estados y a los magistrados por querer legislar.
El exgobernador republicano Jeb Bush -como los dos anteriores, también aspirante a presidente en 2016- aseguró que si llega a la Casa Blanca trabajará para reemplazar una ley con faltas por «reformas conservadoras para dar más opciones a los consumidores».
Pero bajo esa oleada de críticas, algunos republicanos temían que el Supremo desautorizara los subsidios a los seguros de salud, y eso les obligara a aplicar medidas de emergencia para no dejar a enfermos a merced de facturas impagables, afectando a las posibilidades de llegar a la Casa Blanca en 2016.
»El Supremo ha salvado a los republicanos de ellos mismos. No estaban preparados para evitar la crisis que hubiese acabado con el mercado (de seguros médicos)», aseguró Robert Laszewski, presidente de la consultora Health Policy and Strategy.
Según Timothy Jost, profesor de la Universidad Washington and Lee y uno de los mayores expertos sobre el Obamacare, el país «ha esquivado el desastre que se hubiese cernido sobre los consumidores, las aseguradoras y los proveedores de servicios sanitarios si el Supremo hubiese invalidado la ley».
Las grandes empresas aseguradoras también respiraron tranquilas al no tener que vérselas con un mercado caótico y dividido entre estados rebeldes y alineados con la Administración de Obama, algo que además disparó sus cotizaciones en bolsa.
Obama, que ahora exhibe la reforma sanitaria como su más importante legado, adaptó a nivel federal un sistema sanitario que el republicano Mitt Romney, su rival en las elecciones presidenciales de 2012, instauró en el estado de Massachusetts.
Pero a nivel federal, los republicanos consideran que la reforma, además de ser una injerencia intolerable, es ruinosa económicamente y coarta el libre mercado.
El «Obamacare», que según las encuestas es tan criticado como bienvenido por los estadounidenses, no hace de la sanidad un servicio universal público, sino que abarata el coste de las coberturas privadas al obligar a ciudadanos y empresas a acudir al mercado de seguros médicos.
Obama pidió a los republicanos que dejen de «luchar en batallas que ya están cerradas», aunque todo apunta a que el debate de la asistencia sanitaria asequible será clave en la campaña presidencial, en la que el país decidirá si desea continuar el camino marcado por el mandatario demócrata o una alternativa conservadora.
En 2017, el nuevo presidente podría, si cuenta con la mayoría del Congreso, revocar o enmendar la ley, aunque, como ha ocurrido en esta ocasión, necesitará un «plan B».