El crimen y la violencia rebrotan con fuerza
Mucho se ha hablado del aumento de la violencia y los homicidios en Baltimore, pero ese mismo fenómeno se está produciendo en otras grandes ciudades como Chicago, Houston, Washington o Milwaukee, tradicionalmente marcadas por una alta criminalidad, segregación y conflictos raciales.
Baltimore (Maryland), donde la muerte en abril del joven negro Freddie Gray mientras estaba bajo custodia policial desató violentos disturbios, registró en julio 45 homicidios, el dato mensual más alto desde 1972, cuando la ciudad tenía casi el doble de población que la actual, y en lo que va de año se elevan a 211, la misma cifra alcanzada en todo 2014.
Washington, por su parte, sumó hasta comienzos de agosto 87 homicidios, frente a los 69 del mismo periodo del año pasado.
Esas estadísticas ascendentes, recopiladas por autoridades locales y medios de comunicación, se repiten en Houston (Texas), cuya tasa de homicidios creció un 44 % entre enero y junio comparado con el primer semestre de 2014, y en Chicago, que ha registrado un incremento del 20 %.
El porcentaje de aumento supera el 50 % en el caso de Milwaukee (Wisconsin), una de las ciudades más segregadas.
En Nueva Jersey, Newark está entre la 20 ciudades más peligrosas del país.
Jefes policiales de todo el país se reunieron a comienzos de mes en Washington para analizar el problema, calificado esta semana por la alcaldesa de Baltimore, Stephanie Rawlings-Blake, de “epidemia nacional”.
Eugene O’Donnell, académico de la Universidad John Jay de Justicia Criminal de Nueva York, explica que es prematuro determinar si ese incremento de los homicidios e incidentes armados es una tendencia nacional.
Lo que sí observa este experto es que los picos de violencia en diferentes ciudades pueden estar ligados a cambios de comportamiento en los cuerpos de Policía locales, sometidos a un intenso escrutinio durante el último año a raíz de varios casos de hombres afroamericanos muertos a manos de agentes.
Esta misma semana, un hombre negro falleció en un enfrentamiento con dos agentes en San Luis (Misuri), muy cerca de Ferguson, donde hace un año moría el joven afroamericano Michael Brown y surgía el movimiento “Black Lives Matter” (“Las vidas negras importan”).
Según O’Donnell, ahora algunos policías se lo piensan dos veces a la hora de “ser proactivos” o “detener a personas sospechosas”, ya que sienten que pueden poner “en peligro” su carrera.
Una encuesta reciente de Gallup mostró que la confianza de los estadounidenses en la Policía cayó este año al 52 %, el nivel más bajo desde que el instituto demoscópico empezó a medirla hace más de dos décadas, lo que se traduce, según los expertos, en una menor cooperación ciudadana para resolver un crimen, más impunidad y una mayor violencia.
La solución pasa en parte, a juicio de O’Donnell, por “revisar los protocolos y el entrenamiento” que recibe la Policía.
Pero hay otras causas, mucho más arraigadas, que contribuyen a estos picos de violencia y que tienen que ver, por un lado, con lo que resume O’Donnell: “Hay demasiadas armas en manos de la gente”.
Por otro lado, el número de barrios de “alta pobreza” ubicados en las áreas metropolitanas de las grandes ciudades se triplicó y su población se duplicó en los últimos cuarenta años, según un estudio del City Observatory, y son el caldo de cultivo perfecto para la actividad criminal. n