Intentan evitar amputaciones en diabéticos latinos

Doce médicos especialistas de unieron sus conocimientos en un centro para prevenir que las personas que padecen de diabetes sufran amputaciones, en una iniciativa que está enfocada por primera vez en la comunidad latina del país.



“Latinos son muy sensibles a las infecciones de los pies y a causa de eso sufren amputaciones, es un 1000 % más probable de perder una pierna si viven en esta comunidad”, advirtió Brian D. Johnston, codirector del Centro Para Preservar las Extremidades y Cuidado Avanzado en Boyle Heights (California).



A sus 53 años, Héctor Morales conoce muy bien los riesgos que tiene un paciente diabético de sufrir una amputación.



Este latino, nacido en Los Ángeles y de ascendencia mexicana, sufre de diabetes desde 1999, su padre murió a causa de la enfermedad y su madre lleva casi 40 años lidiando con esta dolencia.

“No me asusté porque me sentía bien, no sentía nada, mi mamá y mi papá me decían que esa diabetes era una enfermedad traicionera”, comentó.



Por casi 15 años, el latino no se revisó los pies, no fue hasta septiembre de 2014 que notó algo extraño en su pie derecho.

En menos de una semana tuvo que ser intervenido quirúrgicamente para salvarle la extremidad.

Pero aquí no terminó la pesadilla de Morales, en septiembre del año pasado una llaga apareció en el pie izquierdo y lo mandó nuevamente a la sala de emergencia, donde tuvo que ser operado de emergencia.



“Es difícil imaginar que de esta cortadita se va a perder el pie, pero en realidad si uno tiene diabetes es algo muy peligroso, y va a pasar”, sostuvo Johnston.



De acuerdo con la Asociación Americana de Diabetes, el 12,8 % de los hispanos han sido diagnosticados con diabetes, comparado con el 7,6 % entre los blancos no hispanos.



Según el doctor Stanley Mathis, quién por cinco años impulsó la idea del centro, las amputaciones en los diabéticos aumentan porque el paciente no puede consultar al mismo tiempo a los especialistas que intervienen en el proceso para salvar un extremidad.



Buen ejemplo de ello es Morales, que en las dos ocasiones en las que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente vivió un periplo entre doctores y consultorios de diferentes especialidades para tratar su condición.



Como el de Boyle Heights solo hay otro centro en todo el país, en Minnesota, pero el californiano es el único que pone a disposición de hispanos de bajos recursos con diabetes un grupo de podiatras, cirujanos cardiovasculares y médicos expertos en enfermedades infecciosas y cirugía reconstructiva que pueden responder al mismo tiempo para tratar a un paciente.



Las barreras para estos servicios aumentan entre los latinos. Los residentes de Boyle Heights son 10 veces más propensos a sufrir una amputación, de acuerdo a Mathis, que indicó que el 80 % de los pacientes amputados tienen el riesgo de perder la otra extremidad y el tiempo de vida no supera los cinco años después de perder un miembro.



“La amputación no mata al paciente, cuida la vida pero el enfermo muere después de derrame cerebral, ataques cardiacos y de otras enfermedades como fallo renal”, recalcó Johnston, con 40 años de experiencia en la comunidad del Este de Los Ángeles.



Aunque la meta del centro es evitar y prevenir las amputaciones, también se dedica a tratar a las personas que ya pasaron por este tratamiento radical.



En la actualidad, los doce médicos tratan de salvar la pierna izquierda de Eliseo Avendana, de 60 años, que ya perdió su extremidad derecha a causa de la diabetes y ahora necesita mayor atención para evitar que la gangrena ponga en riesgo su vida.

“La gangrena causa el mismo número de muertos que el cáncer de seno”, advirtió Mathis.



En los próximos cinco años este centro recopilará estadísticas y los resultados del trabajo de campo para proponer a otros hospitales en el país y América Latina que sigan la misma estrategia.

“Prevenir siempre cuesta menos y eso sirve a la gente y sirve a los doctores”, insistió Johnston.



Por su parte, Morales, quién ha evitado dos veces una amputación, se ha dedicado a llevar el mensaje en su comunidad y su familia dónde la diabetes está presente desde hace décadas.



“Mi familia inmediata somos 20, y yo creo que más de la mitad, unos doce que sepa yo, son diabéticos y todavía los que ni saben ellos mismos que lo son”, apuntó.