Oaxaqueña con la colección más grande de trajes mexicanos
La oaxaqueña Gabriela Pérez tiene tal vez la colección de trajes regionales más grande del estado de Nueva Jersey y mientras nos va contando la historia de cómo adquirió cada uno ellos, se los viste y ensaya unos pasos de los bailes folklóricos más populares de México.
Una cosa viene con la otra. Es fundadora del grupo folklórico Tozimapán, al que empezó a dar vida en el año 2009, y de allí nace la colección.
“Solemos participar en desfiles mexicanos y donde nos invitan, ahora lo dirige Aurora, y los alumnos han crecido y toman sus propias decisiones” dice Gabriela “bailamos Sinaloa, Veracruz, Puebla…”
En su colección tiene unos 50 trajes de charros de distintos estilos. De los trajes regionales ya no lleva la cuenta, la última vez que los contó, en el 2012, eran como 150, ahora ya no puede contarlos, pero dice tener de todos los estados. “Cada estado tiene distintas vestimentas, varían entre pueblo y pueblo, recogen la historia de la ciudad y del país, por los vestidos se puede ver la historia pre-hispanica, colonial o independentista de México”, dice la folklorista.
En la colección se puede ver desde el vestido de La China Poblana, que se remonta a los años 1800 en que se les llamaba “chinitas” a las personas de servicio en las casas; los vestidos el baile de La Flor de La Piña de Oaxaca, en las fiestas de Guelaguetza, en que cada bailarina debe tener su propio Huipile o ropa del lugar o, por ejemplo, la vestimenta para La Mazoyiwua o el Tololoche Chicoteados ambos del estado de Sonora.
Una parte de ellos los usa el grupo folklórico, los demás los alquila. Los trajes son elaborados a mano, y pueden costar entre 300 y 500 dólares según el grado de trabajo que se necesita. Eso si todos son hechos de las manos de artesanos mexicanos.
La mexicana nació en el estado de Oaxaca y llegó a Estados Unidos en 1989. comenzando a trabajar en una cafetería ganando 100 dólares a la semana.
Ha sido mesera, empacadora, vendedora, supervisora, contadora, chofer, recepcionista, maestra, escritora y hasta jardinera.
Con su esposo levantó una empresa de entregas a domicilio, pero el alza de la gasolina le obligó a cerrar puertas. En el 2008 le llegó la peste completa: su esposo tuvo que abandonar el país porque le negaron “los papeles”.
Tuvo que vender la casa y empezar de nuevo. Entonces llegó a Nueva Jersey invitada por Casa Puebla para dar clases de danza y formar el grupo folklórico mencionado. Luego se dedicaría a la compra venta de artesanía mexicana, lo que la lleva a recorrer distintos estados mexicanos
“Cada estado que visitaba, compraba artesanía para mi negocio y adquiría los trajes típicos de la región así me fui haciendo de la colección”, dice Gabriela.
Ahora está algo alejada de la danza y la enseñanza pero cuando el cuerpo se lo pide, allí se pone uno de esos trajes y sale al ruedo.