Tirador de Texas repasó las filas de la iglesia en busca de supervivientes

Álex Segura / EFEUSA

El autor de la mayor matanza de la historia de Texas, Devin Kelley, repasó todas las filas de la iglesia en busca de supervivientes para propinarles un disparo mortal durante el tiroteo del pasado domingo, según explicó una pareja hispana que sobrevivió al ataque.

Roxana Solís y Joaquín Ramírez fueron dos de los pocos más de veinte supervivientes del tiroteo masivo que tuvo lugar en el templo First Baptist Church de Sutherland Springs (Texas), en el que murieron 26 personas y una veintena resultó herida.

La pareja se encontraba en uno de los primeros pasillos de la parroquia cuando el joven blanco de 26 años entró y empezó a disparar de manera indiscriminada a todos los congregantes, que rápidamente buscaron refugio debajo de los bancos.

El primer objetivo de Kelley fueron los adolescentes que grababan el oficio religioso como cada domingo y posteriormente disparó a los músicos, según el relato de Solís, que recibió un disparo en el hombro durante los 16 minutos de tiroteo.

“Después de sentir el disparo me hice la muerta, traté de ser lo más silenciosa posible para que el tirador creyera que yo había fallecido también”, recordó la mujer hispana. “Parecía una lluvia de balas”, añadió.

De hecho, Freeman Martin, del Departamento de Seguridad Pública (DPS) de Texas, desveló que los investigadores recogieron de la escena del crimen centenares de balas y quince cartuchos con rondas de treinta proyectiles cada una, lo que corrobora la violencia del peor tiroteo en la historia de Texas.

La pareja sobreviviente, que vive a menos de tres minutos en coche de la iglesia asaltada, coincidió en señalar que el asesino fue especialmente “salvaje” con los niños, a quiénes fusiló a quemarropa.

En algunas ocasiones, las madres de los pequeños “trataron de defender a sus hijos poniéndose delante” y pidiendo clemencia, pero Kelley no vaciló y mató a las mujeres también.

Por su parte, la pareja de Solís, Ramírez, fue capaz de escapar de la iglesia tras gatear hasta la puerta y salir cuando el atacante estaba de espaldas.

Después de correr varios metros, llamó inmediatamente al número de emergencias y relató el calvario.

Ramírez contó que desde lo sucedido el pasado domingo no puede dormir porque los gritos de los pequeños antes de morir retumban en su cabeza durante toda la noche.

“La hija del pastor me pidió ayuda y yo le dije que se mantuviera en silencio, pero el asesino descubrió que estaba viva y la mató”, sentenció.

El rango de edad de las personas fallecidas, que va desde los 17 meses hasta los 77 años, hace evidente que el asaltante trató de hacer el mayor daño posible sin tener piedad de ninguno de los asistentes a la misa que en esos momentos se oficiaba en el templo.

La tragedia se cebó especialmente con la familia Holcombe, residente en Sutherland Springs, que perdió a ocho de sus integrantes de tres generaciones distintas, que como cada domingo habían ido al oficio religioso de una de las iglesias del pueblo.

Kelley perpetró esta masacre vestido con un chaleco antibalas y armado con un potente rifle semiautomático Ruger AR en el templo de Sutherland Springs, un pueblo situado 45 kilómetros al sureste de San Antonio (Texas).

Compuesta básicamente por una oficina de correos, un centro comunitario, una tienda de abastos, un taller de reparación de coches, dos gasolineras, las casas de los vecinos y un par de iglesias, entre ellas la de la matanza, Sutherland Springs era hasta este domingo una tranquila comunidad en la que nunca pasaba nada.