La brecha salarial en el deporte, una herida abierta y dolorosa
Natalia Arriaga / EFE
El fin de la brecha salarial entre hombres y mujeres, es una reivindicación que asumen como propia cada vez más deportistas, cansadas de resignarse a cobrar por premios y patrocinio una ínfima parte de lo que reciben sus compañeros.
El hecho de que entre los cien deportistas con más ingresos del mundo figure solo una mujer, la tenista estadounidense Serena Williams, o que el patrocinio del deporte femenino suponga apenas un 0,4 % del total demuestra que, en este sector, la brecha es profunda. Y, para quienes la sufren, dolorosa.
Según Forbes, el deportista que ganó más dinero en 2017 fue el futbolista portugués Cristiano Ronaldo, jugador del Real Madrid que se embolsó 93 millones de dólares. Hay que bajar hasta el puesto 51 para encontrar a Serena Williams, que ganó 27 millones. No hay más mujeres en la lista de los cien que más facturaron.
El tenis es, precisamente, uno de los deportes que aparentemente más se ha esforzado por igualar los premios, aunque la realidad no es tan positiva. Es cierto que los cuatro Grand Slams ya equipararon sus bolsas para hombres y mujeres, pero en otros torneos del circuito las diferencias se mantienen.
La rumana Simona Halep, que acabó 2017 como número uno del ránking mundial, acumuló en ese ejercicio premios por 5,27 millones de dólares. Su equivalente en el ránking masculino, el español Rafael Nadal, se llevó 12,7.
La brecha se acentúa a medida que se desciende en la clasificación mundial. El número 100 del mundo, el francés Jeremy Chardy, lleva ganados 77.487 dólares este año. La número 100, la estadounidense Sachia Vickery, 26.030.
También en el circuito de golf las diferencias en premios son notables.
El torneo PGA de Pebble Beach de este febrero, en el que participó el número uno mundial Dustin Johnson (EE.UU.), tenía una bolsa de 7,4 millones de dólares, de los que 1,3 estaban reservados para el ganador. Unos días antes la china Shanshan Feng, líder de la clasificación femenina, participó en el Clásico de Bahamas de la LPGA, que distribuyó 1,4 millones, 210.000 dólares para la vencedora.
El flamante equipo español Movistar Femenino de ciclismo paga a sus corredoras un salario de 1.000 euros (1.233 dólares), “menos que la tercera parte que el peor de los hombres”, señaló la excampeona del mundo Dori Ruano.
A su juicio, mientras no se obligue por ley o por regulación federativa a que los contratos femeninos tengan una cuantía mínima, los clubes no darán el paso. “El techo de cristal lo pone quien gestiona el dinero”, dijo.
La jugadora de ajedrez ucraniana Anna Muzychuk, que renunció a defender el título mundial de partidas rápidas y relámpago como protesta al trato que se da a la mujer en Arabia Saudí, sede del torneo, también se ha quejado de que el Mundial femenino reparta premios ocho o nueve veces inferiores a los del masculino.
Los organizadores culpan de estas diferencias a los patrocinadores y a los grupos que compran los derechos de televisión, quienes, a su vez, se escudan en las audiencias. Pero lo cierto es que las pruebas femeninas no siempre compiten en igualdad de condiciones con las masculinas.
Los campeonatos mundiales y los Juegos Olímpicos han reservado tradicionalmente las mejores fechas, los horarios preferentes y los días menos cargados del calendario para las finales masculinas.
El fútbol no escapa al trato discriminatorio ni en premios ni en salarios, ni en la base ni en la élite. El último Mundial femenino, el de Canadá en 2015, repartió 15 millones de dólares en premios; el masculino que se disputará en Rusia este próximo verano dispone de una bolsa de 791 millones. Casi 53 veces más.
La selección que ganó en Canadá, la estadounidense, se llevó 2 millones de dólares; la que levante el trofeo el 15 de julio en Moscú recibirá 38.
Hace una semana el presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, anunció que el premio para la selección campeona de la Eurocopa 2020 masculina ascenderá a 34 millones de euros (42 millones de dólares).
Entre los clubes, el Lyon francés, con el equipo femenino más profesional del mundo, paga a sus jugadoras una media de 164.000 euros. Allí estaba la temporada pasada la futbolista con salario más alto, la estadounidense Alex Morgan, con un sueldo anual de 650.000 dólares. La seguía la brasileña Marta, en el Orlando Pride a cambio de 600.000 dólares, según datos del portal especializado TSM Sportz.
La misma fuente cita a la francesa del FC Barcelona Élise Busaglia como la undécima con mejor sueldo, 380.000 dólares (308.000 euros) anuales.
Respecto al mínimo porcentaje destinado por las marcas comerciales al deporte femenino, un 0,4 % de total según publicó Marketing Week, algunos expertos apelan a establecer una distinción entre los conceptos de ‘anunciar’ y ‘patrocinar’: el primero buscaría solo la rentabilidad económica, mientras que el segundo se asociaría con unos valores. En este sentido, la apuesta por el deporte femenino puede ser vista como un plus asociado a una marca.
Por este concepto se ha inclinado la firma Iberdrola, que patrocina las ligas españolas o programas de becas para mujeres en casi una veintena de federaciones, desde el fútbol al boxeo, pasando por el kárate, la gimnasia, el hockey o el rugby.
Carmen Cabrera, responsable de patrocinios de la empresa, apela al “dividendo social” de la iniciativa, con un retorno para la compañía más social que económico.
Dori Ruano, que ha conocido todas las caras (ciclista, entrenadora, directora) de un deporte muy dependiente de las marcas, se pregunta “si el dinero de las empresas llega a las chicas”.
“Mucha operación de márketing se hace de cara a la galería, para que nos callemos”, aseguró.