Ginóbili asegura un legado para el Salón de la Fama
Rubén Mantilla / EFE
El escolta argentino Manu Ginóbili no volverá a competir más en la NBA tras anunciar su retirada después de 16 temporadas con los Spurs de San Antonio y ganar cuatro títulos de campeones, pero su legado está garantizado dentro del mejor baloncesto del mundo.
A sus 41 años, Ginóbili, reconoció que la exigencia de la competición de la NBA ya era demasiado para su edad y su ética profesional le dijo que era el momento del “adiós”.
Lo hace cargado con unos logros deportivos colectivos y jugadas inolvidables a lo largo de toda su carrera, que le aseguran ser un futuro miembro del Salón de la Fama, si los que tienen que decidir su entrada tampoco se quedan en los elementos objetivos y si en toda la “magia” y “grandeza” que dio al deporte del baloncesto con su estilo y entrega.
Nadie cuestiona que Ginóbili será el primer jugador argentino y latinoamericano que tenga la mejor opción de entrar al Salón de la Fama tanto por su aportación en la NBA como por todo lo que logró en la competición internacional, incluida la de los Juegos Olímpicos, donde también logró la medalla de oro con Argentina, en Atenas 2004, y la de bronce en el 2008, en Pekín.
Ginóbili se ha ganado el derecho a estar entre las leyendas del baloncesto no sólo por su aportación en la NBA sino porque también se convirtió en uno de los grandes jugadores dentro de la competición olímpica a la que asistió en cuatro ocasiones.
Además tendrá también siempre el honor de haber formado parte del equipo de Argentina que hizo historia al vencer por primera vez a uno de Estados Unidos en la que estaban las estrellas de la NBA, hazaña que lograron en el Campeonato Mundial de la FIBA del 2002, que se disputó en Indianápolis, donde lograron la medalla de plata.
Aunque Ginóbili solo fue elegido dos veces al Partido de las Estrellas, en cada temporada de las que jugó con el equipo tejano, se convirtió en un elemento clave al igual que Duncan y Parker, pero sin que tuviese la misma proyección popular entre los seguidores estadounidenses.
Sin embargo, Ginóbili tiene en su palmarés más triunfos y aportaciones de las que lograron los europeos, los lituanos Sharunas Marciulionis y Arvydas Sabonis, junto con el croata Drazen Petrovic, todos ellos ya miembros del Salón de la Fama.
También Dennis Rodman fue elegido sólo dos veces al Partido de las Estrellas y ya forma parte del Salón de la Fama, con menos puntos conseguidos en su carrera que los logrados por Ginóbili.
Los expertos que analizan las categorías estadísticas que son consideradas para que un jugador de la NBA pueda entrar al Salón de la Fama, admiten que Ginóbili no cuenta con los números que le permitan aspirar a esa distinción de manera objetiva.
Pero como siempre ha defendido Popovich, la figura de Ginóbili con los Spurs, en el campo, trascendía mucho más de lo que sus números finales pudiesen reflejar. “Manu es uno de los competidores y ganadores más grandes de todos los tiempos. Sin sus aportaciones finales no hubiésemos podido ganar partidos decisivos que hicieron posible que nuestro equipo se haya convertido en dinastía”, destacó Popovich cuando valoró la figura de Ginóbili. “Sus genialidades son siempre únicas y excepcionales”.
Este es el concepto que hay a través de la NBA y de ahí que también existe el convencimiento que a la hora de valorar la entrada de Ginóbili al Salón de la Fama se deba hacer desde el factor subjetivo de lo que realmente ha representado su aportación individual y colectiva al equipo y al deporte del baloncesto.
Cierto que solo ganó una vez el premio al Sexto Jugador del Año, pero nadie en la NBA tiene dudas que el internacional argentino será recordado como uno de los grandes reservas en la historia de la liga.
Una estrella, un profesional único, dispuesto a sacrificar la titularidad y las estadísticas por la aportación que favoreciese a todo el equipo, otra de las cualidades que le hizo merecedor a ganarse la confianza completa de Popovich.
Pero lo más importante de todo en la trayectoria profesional de Ginóbili en la NBA fue la gran influencia que tuvo a la hora de concebir el deporte del baloncesto, haciéndolo todavía más espectacular, vibrante, y pleno de magia con acciones impensables que pudiesen darse en un campo de juego.
Además de ser un maestro a la hora de aportar la “genialidad” que establecía la diferencia en el resultado final a favor de los Spurs y dejaba a los espectadores felices de haberla presenciado.
Al margen de cual sea el desenlace final del futuro de Ginóbili con relación al Salón de la Fama, dentro de la familia de NBAexiste el convencimiento que su figura es la mejor versión del nuevo concepto del baloncesto profesional y ese será su gran legado.