Entre el desempleo y el coronavirus
Ruth E. Hernández Beltrán / EFE News / Reporte Hispano
Para la comunidad inmigrante, en especial los indocumentados, el temor a quedar desempleados y no poder pagar las cuentas, ni comprar comida, es mucho mayor que contraer el coronavirus. Los trabajadores latinos enfrentan al coronavirus sin otra opción para subsistir.
Mientras las autoridades instan a la población a aislarse para frenar el coronavirus, muchos trabajadores latinos deben dejar atrás el miedo y salir a la calle a trabajar, a menudo en contacto directo con unos clientes que desconocen si les pueden llegar a contagiar.
El dominicano Fabio Rodríguez y José Luis Robles, mexicano, se ganan la vida trabajando para una bodega y un restaurante, respectivamente, donde hacen la entrega a domicilio o lugar de trabajo, lo que les expone diariamente al contagio.
Pero Rodríguez dice no tener miedo “porque si sigues las reglas todo te va a ir bien”.
“Yo uso guantes y la gente tiene guantes cuando abre la puerta para coger su ‘delivery’, y cuando llego a la bodega me lavo las manos y uso desinfectante”, afirma el migrante.
Robles, por contra, dice tener miedo al contagio, tanto cuando realiza las entregas que hasta ahora ha hecho sin guantes como con la gente que acude al establecimiento.
Esta es la realidad para muchos inmigrantes indocumentados, que por sus empleos se exponen al contagio, aseguran los activistas Manuel Castro, director de New Immigrant Community Empowerment, y Ángeles Solís, organizadora del grupo Se Hace Camino Nueva York.
“Los que hacen ‘delivery’ y los jornaleros son el sector más vulnerable” en esta crisis, asegura Castro.
“Hay mucho miedo entre los que hacen delivery” y muchos son indocumentados que, según Solís, se ven afectados de muchas maneras, especialmente porque no pueden recibir beneficios como el desempleo o días pagados por enfermedad, por lo que están presionados a seguir trabajando, a pesar del riesgo al contagio.
“Tengo más miedo a quedarme sin empleo que al coronavirus”, afirma sin vacilar Francisca Hidalgo, cajera en un supermercado y único sostén económico para su hijo de tres años.
Al igual que muchos otros latinos, su trabajo le obliga a estar en contacto directo con el público, que ha abarrotado sin parar estos establecimientos desde el brote del COVID-19.
“Tengo miedo de quedarme en la calle, necesito trabajar, soy madre soltera”, insiste la emigrante dominicana, de 24 años, que además de enfrentar cada día un posible contagio tiene que lidiar con la agresividad de muchos clientes temerosos de la epidemia, que sigue en aumento pese a las medidas puestas en marcha, como el cierre de escuelas, cines, teatros o eventos deportivos y culturales.
“Hay mucho estrés, no puedes tocarles o tocarte sin guantes y luego tocar las cosas (sus productos)”, lo que las cajeras tienen que hacer para registrar el precio y cobrarles, dice Hidalgo, que hace cinco años trabaja como cajera.
El establecimiento, como otros de este tipo, ha aumentado las medidas sanitarias que tenían en marcha, incluyendo desinfectar las máquinas para las tarjetas de crédito, pantallas de las registradoras y donde se colocan los productos antes de ser empacados.
Pero más allá de estas nuevas costumbres, hay algo que a Hidalgo le preocupa y molesta, la agresividad de los clientes.
“Hoy una cliente me dijo ‘No te toques para después tocar mis cosas’. La gente tiene miedo y está comprando lo mismo: desinfectante, papel de baño y clorox (lejía)”, señala. “A veces digo que me voy a quedar en casa con mi hijo, pero no puedo quedarme sin empleo”.
Solís indicó además que varios de estos inmigrantes le han dicho que al no contar con seguro médico temen enfermarse.
“Viven con el miedo a enfermarse pero también reconocen que hay mucha gente que está enferma y no lo saben” y les pueden contagiar y ellos a sus familias, asegura.
A esta situación hay que añadir el que, asegura, no todos los empleadores están protegiendo a sus trabajadores con equipo para evitar el contagio.
“Muchos (trabajadores) están pidiendo y muchos empleadores están diciendo que no está requerido”, dice a partir de lo que le han indicado los trabajadores.
Y es que, de acuerdo con Solís, “hay falta de claridad” en el mensaje de cómo los empleadores deben proteger a sus trabajadores y de cómo éstos pueden proteger a su comunidad.