Tokio 2020 afronta un ambiente enrarecido un año después de posponerse
Antonio Hermosín Gandul / EFE
Los Juegos Olímpicos de Tokio afrontan un ambiente enrarecido tras definirse su formato “burbuja” y sin público de fuera de Japón, cuando se cumple un año desde que se fijaron las nuevas fechas del evento y a cuatro meses de su celebración.
El 30 de marzo del año pasado, los organizadores de Tokio 2020 anunciaron que los Juegos Olímpicos comenzarían el 23 de julio de 2021, tras acordar el nuevo calendario con el Comité Olímpico Internacional (COI) y transcurridos seis días desde que ambos organismos decidieran posponer el evento debido a la pandemia.
Aquel anuncio terminaba con semanas de rumorología sobre el devenir de Tokio 2020, y abriría otro periodo repleto de incógnitas que se han ido despejando poco a poco en los últimos meses sobre unos Juegos que serán muy distintos a lo previsto antes del estallido de la crisis sanitaria global.
UNOS JUEGOS SOLO PARA JAPÓN
Los Juegos se celebrarán este verano en la capital nipona sin que el país permita la entrada de visitantes extranjeros, según anunció el comité organizador el pasado día 20, una decisión sin precedentes en la historia olímpica y que resolvía uno de los últimos interrogantes que quedaban pendientes en torno al evento.
Esta restricción, dirigida a evitar contagios de coronavirus, supondrá un importante golpe económico tanto para la organización como para Japón, además de restar colorido a las calles de la capital nipona y a las gradas durante las competiciones.
Estaba previsto que los ingresos de taquilla aportaran unos 90.000 millones de yenes (695 millones de euros) por la venta de aproximadamente 8 millones de entradas. Unas 600.000 fueron vendidas por distribuidores autorizados de fuera de Japón, y ahora deberán ser reembolsadas a sus compradores al no ser válidas para el evento.
Una de las afectadas es Shelly Aniba, una estadounidense que compró entradas para los Juegos a través de su país de origen y no podrá emplearlas pese a ser residente en Japón desde hace cuatro años, según explica.
“Es muy decepcionante”, señala esta aficionada olímpica que estuvo en los Juegos de Atlanta de 1996, y quien no obstante se muestra comprensiva con la decisión de los anfitriones de prohibir la entrada de extranjeros y cree que Tokio 2020 deben seguir adelante pese a la pandemia.
Asimismo, se vendieron otros 4,45 millones de entradas dentro de Japón, pero para 810.000 de ellas se han solicitado devoluciones después de cambiarse la fecha del evento, según datos de la organización.
Todo ello sin que se haya anunciado todavía cuánto público podrá asistir a las competiciones. Se espera que haya un número de espectadores de aproximadamente la mitad del aforo de los estadios, similar a lo que las autoridades niponas han permitido en competiciones deportivas nacionales.
ENTUSIASMO PERDIDO
La celebración de los Juegos en plena pandemia no contenta a la mayoría de japoneses, según reflejan las encuestas, una percepción pública negativa a la que también han contribuido una larga lista de pifias y escándalos cometidos por la organización.
Desde el presupuesto disparado del evento hasta los comentarios sexistas del expresidente del comité organizador, Yoshiro Mori, los desaciertos de los responsables de Tokio 2020 han ido socavando poco a poco el entusiasmo con el que los japoneses acogieron los Juegos cuando el COI eligió a la candidatura tokiota en 2013.
“Me gustaría que se celebren los Juegos aunque haya dudas sobre si eso es posible”, dice Keiko Ogiwara, una nipona de 68 años, quien también destaca “los esfuerzos hechos por mucha gente” para sacar adelante los Juegos, y en particular los atletas.
Pero Ogiwara, como muchos japoneses, ve “difícil” la celebración del evento y teme que pueda contribuir a la propagación del virus pese al cierre de fronteras para espectadores y a la “burbuja” en la que estarán recluidos los más de 11.000 atletas que vendrán a Tokio.
Los organizadores confían en que esa percepción vaya mejorando conforme se acerque la cita deportiva, para la que restan menos de cuatro meses, y con la celebración de actos de “calentamiento” como el relevo de la antorcha que arrancó la semana pasada.
El problema es que el recorrido de la llama olímpica a través de todo el territorio nipón tampoco podrá ser el baño de masas que se esperaba, ya que debido a la pandemia se celebra ante escaso público y despojada de una serie de festividades que iban a adornarla, entre otras medidas anticovid.“Creo que una vez que empiecen los Juegos, se animará el ambiente, por mucho que se diga ahora. Creo que estará más controlada la situación de la covid”, señala a este respecto Keiko Hashimoto, otra nipona de 68 años.