La muestra más crítica del Año Picasso separa al “problemático” del genio

Nora Quintanilla / EFE

La muestra más crítica del Año Picasso se inauguró en el Museo de Brooklyn (Nueva York) con medio centenar de obras del pintor español revisadas desde una óptica feminista y comentadas por numerosas mujeres artistas, entre ellas una conocida cómica que lo aborrece.

“It’s Pablo-matic” -en inglés, un juego de palabras que suena a “problemático”- se diferencia de otras muestras realizadas a lo largo del mundo por su ángulo feminista, que se atreve a separar al creador de su obra y señala sus actitudes misóginas y narcisistas, que hoy no sobrevivirían a la cultura de la cancelación.

Esas actitudes saltan a la vista en una primera visita para medios, con frases del pintor hoy casi inadmisibles que se pueden leer en textos y citas complementarios, como: “Cuánto la quiero ahora que está durmiendo”, “Para mí la mujer es esencialmente una máquina de sufrir” o “Hay solo dos tipos de mujer, diosas y alfombrillas”.

Pero “no se puede cancelar a Picasso” ni es el objetivo, coinciden Lisa Small y Catherine Morris, las comisarias del museo de Brooklyn, el único que cuenta con un centro dedicado al arte feminista, y que en lugar de eso buscan iniciar “conversaciones complicadas y con matices” sobre el legado del genio.

Por eso, eligieron como comisaria invitada a la humorista australiana Hannah Gadsby, que cosechó un gran éxito con su monólogo “Nanette”, disponible en Netflix, en el que arremete contra la “misoginia inherente” en las instituciones y la historia del arte y lanza dardos a Picasso y otros grandes artistas que se beneficiaron.

UN PROTAGONISMO COMPARTIDO

Gadsby, “hater” (odiadora) confesa de Picasso, deja comentarios incisivos y burlones en todas las obras expuestas del maestro modernista, entre las que destacan una serie de grabados de estilo neoclásico y temática sexual, y varios cuadros cubistas de mujeres desnudas durmiendo, incluida su joven amante Marie Thérèse Walter.

En uno de esos retratos, en los que se señala que los pechos y las nalgas siempre estaban a la vista para deleite de la mirada masculina, Walter es descrita por Picasso como un “cefalópodo de ensueño con apéndices como tentáculos”, a lo que Gadsby responde que se siente “incómoda” por tal “objetificación”.

En los grabados de la “Suite Vollard”, que retratan a humanos o minotauros abalanzándose sobre mujeres y son ejemplo de que “la conexión entre deseo, sexo y violencia son básicas en el arte de Picasso”, Gadsby recurre al humor: “Este tipo tiene problemas de abandono”, dice en uno, “Título alternativo: mira mi pene”, en otro.

Picasso, además de someterse al juicio de una enemiga, comparte protagonismo en esta particular muestra con medio centenar de artistas mujeres que cuestionan “las narrativas masculinas dominantes del modernismo”, como Louise Bourgeois, Louise Nevelson, Cecily Brown, Kiki Smith o las Guerrilla Girls.

Las piezas de estas mujeres se contraponen a las del pintor a lo largo del recorrido y ocupan una galería en la que sobresalen artistas negras que se han hecho hueco tras la “era” de Picasso, donde se lanza alguna crítica también al carácter “colonizador” de Picasso por haberse inspirado en las artes africanas. 

MÁS ALLÁ DE LOS NOMBRES

Esa es también una de las metas: “Examinar el mundo artístico que ha crecido desde la muerte de Picasso”, apostilla Morris, que apunta que el español ya despuntaba de niño y llegó a ser un “genio” en buena parte porque “se le dieron oportunidades” que otros -y especialmente otras- con gran talento nunca tuvieron.

A los visitantes se les invita a opinar en tarjetas sobre cómo está cambiando su entendimiento de la obra de Picasso tras plantearles que estas obras resultantes de la exploración de su “psique sexual”, convertidas en ejemplos de genialidad, informan “las actitudes, experiencias y vulnerabilidades” de una sociedad real.

La artista visual Marilyn Minter, en ese sentido, acompaña su pieza de una opinión replicada por otras artistas: “Mis pensamientos sobre Picasso han cambiado a medida que conocía más sobre él como humano. Sigo pensando que, sin duda, era un gran artista, pese a ser un humano horrible. Tengo que separarlo”.

La muestra del Año Picasso no está exenta de polémica en su contenido y tampoco en su continente, pues el centro de arte feminista del museo lleva el nombre de Elizabeth Sackler, portadora de un apellido ahora denostado por su asociación a la familia propietaria de Purdue Pharma, fabricante del opioide OxyContin.

A ese respecto, la comisaria Morris, que trabaja precisamente en ese centro, repitió la misma postura que Sackler ha mantenido: que no forma parte de la “familia monolítica que se benefició de la crisis de OxyContin y el vil comportamiento de Purdue Pharma”, sino que es una filántropa progresista y una activista feminista.