Oscar Wao regresa desde el Fuku: dominicanos de New Jersey y la diáspora ante el espejo

Oscar Wao, un ingenuo “nerd” dominicano de New Jersey está tendido sobre la cama, con la cabeza en la depresión y su aliada inmortal la tristeza, levanta la botella de licor para brindar “¡Por mi virginidad!” 

Es una escena de “La breve y maravillosa vida de Oscar Wao”, la novela que le hizo ganar el premio Pulitzer al dominicano Junot Díaz, llevada a escena en la presente temporada que termina en diciembre, en Repertorio Español, el teatro hispano de Nueva York, que ha abierto una ventana a la vida desaforada del joven que pasea su frustración por no tener “jevitas” y sexo y que pasea su desventura de la avenida Bergenline a Paterson, de Elizabeth a Santo Domingo, y cuando logra el amor y placer soñado es asesinado.

La familia le celebraba sus afanes infantiles con las niñas de su edad, hasta decían que era el nuevo Porfirio Rubirosa dominicano, el amante perfecto en el imaginario de las antillas, que lamentablemente nunca se hicieron cristal, realidad vivida, joya familiar, porque se convirtió en un nerd que prefería los libros y la molicie al trabajo del cuerpo y termino gordo y solo de mujer. 

Wao, en el teatro y claro está en el libro de Junot, es víctima del “Fukú” una maldición legendaria que, en ésta ficción, se le atribuye a los dominicanos. Y se vuelve contra los propios dominicanos y contra sus enemigos.

Dirigida por Marco Antonio Rodríguez, en su segunda temporada continúa sacando chispas al escenario de Repertorio Español. 

La puesta en escena – subtitulada en inglés para los que llevan a la novia o novio, esposa o esposo americano- pone carne y hueso a los personajes hilarantes, desmedidos y nunca aburridos que pueblan el Pulitzer dominicano.

Saliendo de la obra conversamos con Julia Altagracia -las Altagracia son como los Pérez en español y los John en inglés, sin ellos no hay país- una espectadora, ella es estudiante de negocios en una universidad neoyorquina, y se quedó prendada del gordito Wao (Reynaldo Romero) por su ingenuidad y candor de doña Belicia Cabral (Maite Bonilla) la mamá de Wao, por su carácter. 

“Ella representa la típica mujer dominicana, fuerte, echada para adelante, que se parte el alma en tres o cuatro trabajos para hacer de sus hijos profesionales y que aunque a veces no lo logran, se van en paz de esta tierra con la conciencia del deber cumplido,” dice Altagracia.

Para Julia que lo hubieran representado con menos kilos que en la novela (aunque en la novela no se dice cuánto pesaba se asume que son alrededor de 200 libras) ha sido un acierto en el que el Capitán de la policía del dictador Rafael Trujillo (Alfonso Rey), el amante de la novia de Wao que lo asesina, se vea mas alto, mas fuerte, mas amenazante, propio del papel que desempeña. Y dobletea, hace también de Dionicio, el ganster de Leónidas Trujillo, el dictador dominicano cuya sombra y aliento envuelve la obra, más se nota en el libro claro está.

Destacados son los otros personajes Yunior (Mario Pelguero), Lola (Altagracia Nova), La Inca (Arisleyda Lambert), que se merecen el aplauso, ganado a pulso y arte.

Hay que ver esta obra, y por supuesto leer y releer el libro, aunque sea para verse en el espejo de la vida propia y ajena porque, como dice Tara Maïke Boluos, en su tesis de grado “ Junot Díaz y su personaje Oscar Wao: un acercamiento a lo dominicano”: el protagonista que crea Junot en su novela, Oscar, representa a mi modo de ver, la síntesis de todo lo que significa ser dominicano fuera de la isla.