Mundial de Fútbol Femenino marcado por las reivindicaciones de igualdad
Lucía Santiago /EFE
Con las manos posadas sobre las orejas, imitando al característico Topo Gigio, las internacionales argentinas expresaron durante la pasada edición de la Copa América que el futuro del fútbol será con ellas o no será.
En el evento que abrió para la Albiceleste el camino de regreso a una Copa del Mundo, el plantel que dirige Carlos Borrello hizo su reclamo después de un ciclo nefasto para el fútbol femenino del país austral. Su participación en Francia interrumpirá un largo y oscuro periodo de 12 años de ausencia en citas mundialistas. Reflotará de paso ilusiones perdidas, porque el combinado celeste y blanco, literalmente, desapareció.
Sin entrenamientos, sin amistosos y sin compromisos internacionales se fue hundiendo en el ránking mundial hasta salir de él como consecuencia de una total dejadez institucional.
Aquel reclamo en la Copa América, en la que Argentina finalizó tercera, “cambió todo”, según contó Ruth Bravo. “¡Nos cambiaron hasta el modelo de camiseta! Ahora jugamos con una camiseta de mujer”, subrayó la jugadora del Tacón. Celebra esas pequeñas conquistas quien viene de no tener nada, aunque una corriente global desvela que las futbolistas han dicho basta, cansadas de tener menos.
Las jugadoras estadounidenses encabezaron en 2015 la lucha por que el Mundial de Canadá se disputase sobre césped natural -algo que finalmente no ocurrió-. Ahora reclaman a través de una demanda colectiva presentada en un juzgado de Los Ángeles que su federación cese en su trato discriminatorio, pese a que la selección femenina en Estados Unidos ha generado históricamente más beneficios y conseguido más éxitos. Tres títulos mundiales (1991, 1999 y 2015) y cuatro oros olímpicos no se han visto recompensados. Ellas cobran por sistema menos que los hombres.
El fútbol sudafricano es de los pocos que presume de medidas igualitarias. Su equipo femenino, debutante en Francia, percibirá las mismas dietas por objetivos que su selección masculina.
En otros lugares, sin embargo, la realidad es bien distinta. Así lo denunciaron las componentes de la escuadra de Alemania en una campaña publicitaria.
“Jugamos por una nación que ni siquiera sabe nuestros nombres. Pero sabéis que hemos sido campeonas europeas tres veces, ¿verdad? ¿No? Porque fueron 8 veces”, arranca el anuncio.
“Por nuestro primer título nos dieron un juego de té. Desde que empezamos no sólo hemos peleado contra los adversarios. Hemos luchado contra los prejuicios: ‘Las mujeres son para tener bebés’, ‘volved al cuarto de la colada’, ‘el fútbol femenino es como ver a unas aficionadas a cámara lenta’. Pero, ¿sabéis qué? No tenemos pelotas, pero sabemos cómo usarlas. Así que no te preocupes, no tienes que recordar nuestras caras. Solo tienes que saber lo que queremos: Jugar a nuestro juego”, continúa el ‘spot’.
La selección femenina de Dinamarca, por su parte, decidió plantarse.
En septiembre de 2017 la federación danesa suspendió el amistoso que debía medir a su combinado femenino con el de Holanda, revancha de la final de la Eurocopa. No llegó a disputarse por un conflicto laboral que se mantuvo durante la fase de clasificación para el Mundial. Dinamarca no compitió contra Suecia y eso le acabó costando el torneo.
Pernille Harder y compañía no estarán en Francia. “No se trata de hacernos ricas. No se trata de enormes cantidades de dinero. Se trata de que no tengamos que compaginar el fútbol con un trabajo o con los estudios. Queremos centrarnos al cien por cien en el fútbol”, explicó entonces la capitana.
La pretendida transformación del fútbol femenino puede malentenderse a partir de una cancha llena. La televisión puede presentar al mundo, puntualmente, un negocio incipiente. Pero bajo el dato de asistencia del Atlético de Madrid-Barcelona en España o del Juventus-Fiorentina en Italia subyace una realidad modesta y ‘amateur’ en muchas de las ligas europeas.
La FIFA ha pretendido corregirla en este Mundial, con la aportación de 50 millones de dólares. Ha repartido 11.520.000 a las federaciones para la organización de amistosos y la construcción y mejora de las instalaciones y, por primera vez, compensará a los clubes por la cesión de jugadoras con otros 8.480.000 dólares.
Los 30 millones restantes corresponden a los premios por los resultados logrados en el torneo. Será el doble que en Canadá.