Trabajadores latinos se sienten más “desechables” que “esenciales”
Kleibeel Marcano / Reporte Hispano
Durante la pandemia del COVID-19 los trabajadores calificados como esenciales han permitido que el país continúe funcionando. A los trabajadores del sector salud se les ha reconocido por estar al frente de la pandemia combatiendo el virus. Todos aplauden su esfuerzo y valentía al ayudar a salvar vidas. La población está orgullosa de ellos.
Pero hay otro grupo de “trabajadores esenciales”, que si bien no están en las salas de los hospitales, contribuyen con su labor durante la pandemia a mantener a flote la economía del país. Muchos de ellos, más que “trabajadores esenciales”, se sienten “trabajadores desechables”.
Amanda Alvarado, quien trabaja en un supermercado en Edison, NJ, relata que al inicio de la pandemia sus jefes no tomaron en serio la situación. Los empleados solicitaban equipo de protección personal (EPP), como mascarillas, guantes y desinfectantes de manos, pero no se los proveyeron.
Los empleados tuvieron que traer sus propias mascarillas, especialmente las cajeras que tienen más contacto con el público. No fue sino hasta el anuncio por parte del gobernador Murphy del cierre de los negocios no esenciales, cuando la compañía entregó a sus empleados mascarillas, pero de manera limitada de acuerdo al grado de exposición con los clientes.
“Actuaron como que no les importaban los trabajadores. No sólo tardaron en darnos los equipos de protección, tampoco informaban de la situación de los empleados. Nos enteramos que varios compañeros tenían el COVID-19 por Facebook”, afirma Alvarado, quien agrega que a los enfermos los enviaban a cobrar el seguro de discapacidad, a sabiendas de que no calificaban por su estatus migratorio.
Según una encuesta del Centro PEW, el 48% de los adultos hispanos tienen empleos que requieren un contacto frecuente con otras personas o viven con alguien cuyo empleo requiere ese contacto. En contraparte, en la comunidad afroamericana es 38% y en los blancos 35%.
La inmigrante mexicana, quien ha vivido en el Estados Unidos por 14 años, se enfrentaba al dilema de ir a trabajar y arriesgarse a contagiarse y posiblemente enfermar a sus dos hijos, uno de ellos con problemas de autismo. Pero su esposo no estaba trabajando ya que fue despedido del restaurante donde laboraba al inicio de la pandemia. No tuvo otra opción que continuar yendo a trabajar.
“Da miedo trabajar en estas condiciones. Más aún cuando ya están abriendo más negocios y hay más gente en la calle. Un tío de mi marido que vivía en Passaic hace una semana murió del virus. Fue muy rápido, lo llevaron al hospital y en dos días se murió. Da mucho miedo pero no podía perder mi trabajo, mi familia necesita el dinero que ganó”.
Y es que desde que se inició la pandemia, la tasa de desempleo ha golpeado más fuerte a la comunidad inmigrante.
Actualmente viven en EE.UU. unos 60 millones de latinos y son ya cerca del 20 % de la población. Un estudio del Pew Research Center asegura que 27,5 millones de los trabajadores en el país son latinos y, según su director de Migración Global, Mark Hugo López, «son los que tienen empleos que corren más riesgo de perderse que los de otros grupos de estadounidenses».
Según las estadísticas del Departamento de Trabajo anunciadas el pasado 8 de mayo, el desempleo entre los latinos se ubicó en 18,9%. Esto equivale a que más de cuatro millones de latinos no tienen empleo en medio de la pandemia, o casi uno de cada cinco, una proporción más alta que la de cualquier otro grupo racial o étnico encuestado por el Departamento de Trabajo.
Para Amanda Alvarado, el peligro del contagio en el trabajo, así como la inestabilidad laboral, hacen que el calificativo de “trabajador esencial”, sean palabras huecas, muy vacías. “Con esta calificación quieren que trabajemos, que nos sacrifiquemos, pero que estemos callados”.
La necesidad obliga
La necesidad económica obliga a los “trabajadores esenciales” a arriesgar su salud, más aún si son inmigrantes que no califican para ningún tipo de ayuda.
“A mi me molesta que me califiquen de esencial cuando no nos dan ningún apoyo, ni los patrones, ni el gobierno, ni el estado. Necesitan de nuestro trabajo, pero no existimos al momento de las ayudas. Somos esenciales cuando les conviene”, señala con desagrado Norma Morales.
Morales, quien vive en EE.UU. desde 21 años, trabaja limpiando casas en Lakewood. A pesar de tener 16 años trabajando con cuatro familias, cuando contrajo el COVID-19 nadie la ayudó. “Mis jefas me dijeron que si no trabajaba no me pagaban”.
Esta mexicana sospecha que se contagió en una de las casas donde trabaja, ya que varios de los familiares de sus clientes tuvieron la enfermedad antes que ella.
“Son gente con negocios, que salen todos los días y atienden al público, con ellos fue que me contagie”, dice.
Como madre soltera, con dos niñas de 12 y 13 años, sin seguro médico ni ayuda del gobierno, la hispana tuvo que aislarse con sus hijas durante cinco semanas sola en la casa.
“Tenía todos los síntomas, tos, fiebre, dolores en el cuerpo, pérdida de olfato, dificultad para respirar, pero no fui al hospital. No tengo seguro médico y me daba miedo ir. Hice todo los remedios caseros que me decían por WhatsApp, hasta que me mejoré”.
La hispana sospecha que sus hijas, quienes nacieron en este país, también se contagiaron pero sólo tuvieron síntomas leves. “Ellas también se sintieron mal, pero no fue grave gracias a Dios”.
Para Al-jen Poo, directora ejecutiva de la Alianza Nacional de Trabajadores del Hogar (National Domestic Workers Alliance), “la crisis del COVID-19 ha sido una de opciones imposibles para nuestra fuerza laboral, que por mucho tiempo ha sido invisible y subvalorada”.
Poo señala que a muchas de estas trabajadoras les ha tocado laborar sin equipo de protección, sin acceso a los test de COVID-19, sin seguro, y con un salario promedio anual de 16,000 dólares. “Pagar las cuentas y cubrir los gastos ya era un desafío antes de la crisis. Ahora ha empeorado la situación de estas trabajadoras”, afirma.
Norma Morales nuevamente se ha reincorporado a sus trabajos de limpieza, pero dice que de manera gradual. “Yo trabajaba de 10 a 12 horas al día, pero ahora sólo estoy trabajando 7 a 8 horas. Necesito recobrar más fuerza para poder trabajar más hora porque el dinero no me alcanza para todos los gastos y las deudas que tengo”.
Huelga para presionar a los patrones
Cándido Osorio, trabajador del sector de la construcción, también se ha visto obligado a salir a trabajar durante la pandemia. “El sistema te obliga, si no trabajas no comes en este país. No hay ayuda”.
Para este trabajador inmigrante que vive en New Brunswick, el calificativo de “trabajador esencial” le parece ofensivo. “Todos los trabajadores somos esenciales, nadie es mejor, todos somos iguales y tenemos familias que mantener”. Y en su caso son cuatro niños y una esposa.
En la pequeña empresa de construcción donde trabaja los empleados se vieron obligados ha realizar una huelga para que el patrón les proveyera equipo de protección (EPP) contra el COVID-19 y les garantice que en el lugar de trabajo sólo estén presentes quienes laboran en el proyecto de construcción.
“Cuando comenzó la pandemia trabajábamos normal, como si nada. Pero al subir el número de casos y muertos todos nos pusimos en huelga. Estuvimos dos semanas sin trabajar ni cobrar ni un centavo, hasta que el patrón nos llamó a todos y se comprometió ha darnos equipo de protección”, relata el hispano.
A pesar del material EPP, el miedo continúa presente cada día. Uno de sus compañeros de trabajo se contagio del COVID-19 y fue suspendido sin paga.
“Como no le iban a permitir trabajar por cuatro semanas, decidió buscar otro trabajo a pesar de estar enfermo. Nos dijo que no podía estar tanto tiempo sin ganar dinero porque tiene familia que mantener. Esto da miedo, no sabemos si contagio a otros”, relata.
Osorio señala que cinco de sus familiares se han contagiado del COVID-19 y han tenido que ser hospitalizados durante la pandemia.
Según una encuesta realizada por Ipsos Poll y divulgada por la cadena ABC News, los latinos y los afroamericanos tienen tres veces más probabilidades que los blancos de conocer personalmente a alguien que haya muerto por COVID-19 (30% los negros y 26% los hispanos) en comparación con los blancos (10%).
Otro estudio de la firma Dynata publicado por el USA Today, destacó que los hogares latinos son casi dos veces más propensos a dar cuenta de síntomas graves de COVID-19, como tos seca, dificultad para respirar, fiebre o pérdida del sentido del sabor.
En términos generales, 1 de cada 12 hogares latinos indicó que alguien en la casa experimentó estas combinaciones de síntomas graves al menos una vez desde fin de marzo a fin de mayo, comparado con 1 de cada 21 de los hogares no hispanos.
Natividad Valverde, residente de New Brunswick, es una de las hispanas que presentó los síntomas de la enfermedad.
Como trabajadora de un depósito de almacén (Warehouse) en Somerset, supuso que cerrarían la compañía donde se fabrican cajas y tapas de plástico. Pero no fue así. La empresa fue calificada como esencial por elaborar tapas para envases, como los desinfectantes, y los trabajadores tuvieron que continuar laborando.
En su trabajo se enteró de que dos compañeros fueron ingresados en el hospital por el COVID-19. Para su sorpresa, ella fue la tercera en presentar los síntomas.
En el hospital le confirmaron que tenía la enfermedad. “Yo tenía miedo de ir a trabajar ya que uno piensa que si se contagia se va a morir. Pero gracias a Dios me puede recuperar”.
La hispana dependió de la ayuda de sus hijos y su pareja, quien también se contagio del COVID-19 pero sólo presentó síntomas leves.
Para estos trabajadores latinos, más que “esenciales”, se sienten tratados como “desechables”. “A muchos patrones y a mucha gente no les importamos, si nos enfermamos, si no podemos pagar las cuentas, si nos deportan, no es su problema, más que esenciales nos sentimos desechables. Sólo en nuestras manos esta que esto cambie”, concluye Norma Morales.
Esta historia fue parte del proyecto COVID-19 Reporting Fellowshipconlos medios étnicos y comunitarios de NJ del Centro de Medios Cooperativosde la Universidad Estatal de Montclair.