Un «soñador», cerca de ser deportado por cruzar una calle con la luz en rojo
EFE News
El inmigrante hondureño Javier Castillo, beneficiario del programa de Acción Diferida para los Llegados en su Infancia (DACA), nunca imaginó que cruzar una calle con luz roja le colocaría en camino hacia la deportación.
Desde hace 15 meses este «soñador», su familia y activistas luchan para evitar que sea deportado, pero el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) insiste en enviarlo de regreso a su país de donde salió cuando era un niño.
El 14 de diciembre de 2019 Castillo se dirigía a la fiesta de cumpleaños de su hermano Jason en El Bronx (Nueva York) cuando fue detenido por la policía por cruzar la calle cuando el semáforo estaba en rojo.
A pesar de que Nueva York fue declarado en 2014 una ciudad santuario, con la política de no cooperación con autoridades de inmigración a menos que sea buscado por un delito grave, Castillo fue entregado a ICE y desde entonces ha estado en centros de detención en Nueva York, Nueva Jersey y Louisiana, de acuerdo con la revista The New Yorker.
Y aunque la propia ciudad ha reconocido en una carta que su detención había sido «un error atroz y una clara violación de la ley local», e incluso pidió su liberación, ICE ha permanecido implacable en su intención de deportarlo, señala la revista.
La deportación de Castillo estaba prevista para el pasado enero, pero debe ser una prioridad, según las nuevas reglas de ICE.
De acuerdo con la carta que obtuvo la revista, el Departamento Legal de la ciudad envió la misiva a la Fiscalía federal en Manhattan el 3 de febrero reconociendo el «error».
Los funcionarios de la ciudad reconocen igualmente que después de que se descubrió que Castillo había sido transferido a la agencia federal, un empleado del Departamento de Corrección fue suspendido y luego trasladado a otra unidad.
Alma, la madre del joven, que trabaja como secretaria en el hospital Metropolitan en Manhattan, llegó a los Estados Unidos en 1997, bajo el Estatus de Protección Temporal (TPS) y en 2002 pidió que sus familiares mandaran a Javier y su hermano Jason, entonces de 8 y 6 años, respectivamente, y que hicieron el viaje cruzando la frontera sur.
Su hermana Dariela se unió a ellos unos meses después mientras un cuarto hijo se quedó en Honduras.