El Chango, mundialista uruguayo, hizo de Elizabeth su hogar
Lo encontramos en Elizabeth, NJ, en la Pizzería Montevideo, donde trabaja amasando “aquí las hacemos a mano, mejor que hacer la masa en máquina, por eso la nuestra es especial,” dice. El lugar tiene fotos de su carrera futbolística.
“Es ‘El Chango’, un gran futbolista nuestro”, nos dice con orgullo un parroquiano, mientras degusta una pizza uruguaya “completa” en compañía de su esposa.
“Siempre fui del Nacional, los del Peñarol me odiaban,” aclara José Luis Pintos Saldanha, El Chango, memorable defensa uruguayo que jugó 401 partidos con la camiseta de El Nacional y defendió las sedas nacionales en el Mundial de Italia de 1990.
El campeón de la Copa América en 1987 y, con el equipo de sus amores, besó la Copa Libertadores de América en 1988. El mismo año integró el equipo que ganó el campeonato mundial interclubes en Tokio.
“Ese partido, contra el equipo neerlandés Philips Sport Vereniging, que venía de ser campeón de la Copa Europa, fue el mejor partido que jugué en mi vida,” anota El Chango.
En 1988 lo consideraron en el equipo ideal de futbolistas de América. Así de bueno era.
Guarda, como uno de los mejores recuerdos, junto a cientos de fotos de su época de oro, la bandera de su país firmada por Alcides Edgardo Ghiggia (aún vive) el anotador del segundo gol que hizo a Uruguay campeón del mundo en 1950.
Fue el llamado “maracanazó”. El día que la selección uruguaya de futbol le paró el corazón a todo Brasil, al ganarle la copa mundial de futbol, en su propia cancha y ante 175 mil espectadores que taparon el estadio Maracaná, en Rio de Janeiro; considerado en esa época el estadio más grande del mundo.
La bandera se la envió el propio Ghiggia, a principios de mes, con un cliente de la pizzería que fue a su país, le habló que se encontraba aquí y se la autografió con el mejor de sus recuerdos
“Estuve con él en una reunión de el Nacional, un gran tipo,” recuerda El Chango.
Pero, ¿cómo es que un jugador de tanta trayectoria, con 401 partidos de futbol a las espaldas, y gran reconocimiento nunca jugó en el extranjero?
“Lo que ocurrió es que yo me di a golpes con un guardaespaldas de Francisco “Paco” Casal, en ese tiempo el único representante de futbolistas uruguayos, con credibilidad tal en el exterior que bastaba que llevara un nombre para se lo contraten, sin necesidad de videos o fotografías, y fui a decirle que yo no trabajaba con alguien que contrataba ese tipo de gente. En ese tiempo yo era algo rústico, hoy me arrepiento de eso,” dice.
Hace trece años llegó a los Estados Unidos y no volvió a ir a Uruguay. Espera regresar algún día pero con un capital para poner tal vez un negocio.
“Si el presidente del Uruguay me llama para entrenar algún equipo de la selección, claro que aceptaría” responde pero luego de una pausa agrega “ aunque no sé si me gustaría regresar a quedarme ya me he acostumbrado a éste país. Además hay que seguir el curso de técnico en Uruguay por dos años y es bien pesado. Por eso hemos tenido buenos entrenadores”.
Insiste que le deben dar apoyo al actual entrenador de la selección uruguaya, Oscar Washington Tabárez, pese a que considera que el ciclo de éste entrenador ya venció.
“Apoyen siempre al Uruguay, tenemos buenos jugadores, hay que darle confianza a éste técnico. Nuestro futbol puede volver a ser de los mejores del mundo. Como antes,” pide el ex-seleccionado.
Hace un tiempo enseñaba a jugar futbol a unos chicos de Belleville, NJ, pero se cruzaba con el trabajo de la pizzería y prefirió dejarlo.
Hubo un tiempo que El Chango se dio a la bebida. Ahora es un hombre nuevo.
“Este país te cambia. Te enseña que aquí todos somos iguales. Que hay que salir adelante con nuestros propios medios. En ésta nueva etapa de mi vida soy diferente. Trabajo duro para salir adelante,” precisa.
Su hija mayor Tamara Marcela (27) ya lo ha hecho abuelo, y se preocupa por ayudarla económicamente al igual que lo hace a su hija menor Patricia Eugenia (24).
De vez en cuando lo visitan en Elizabeth sus compañeros del Nacional como Hugo de León, Santiago “El Vasco”: Ortolaza o el boxeador Rafael Sosa, y sus paisanos lo tratan con afecto .
“Me siento halagado que me quieran, que me recuerden. Aquí aprendí a hacer pizza, y también por eso me quiere la gente,” finaliza.