El movimiento antivacunación, realidad y consecuencias

Desde el punto de vista de la salud pública las vacunas han demostrado ser implacables con enfermedades que hace menos de un siglo causaban estragos, una eficacia no exenta de efectos secundarios que ha derivado en el rechazo de muchas familias a inmunizar a sus hijos.



La erradicación en países desarrollados de males antes comunes como la polio y el sarampión y la mejora generalizada de la calidad de vida ha alimentado el auge del movimiento antivacunación que, si bien no es nuevo, se ha arraigado en comunidades de clase media-alta de EE.UU.



En California hay escuelas en las que un 30 % de los alumnos, según datos del departamento estatal de Sanidad, no están vacunados por decisión de los padres, un porcentaje alarmante a ojos de las autoridades, ya que resta efectividad a los esfuerzos por mantener a raya la transmisión de virus.



Se considera que un grupo está protegido contra una enfermedad cuando entre un 92 y un 95 % de sus miembros está vacunado, esto genera la inmunización colectiva, es decir, que es altamente improbable que alguien se contagie incluso si no estuviera inmunizado.



Estas razones no son, sin embargo, convincentes para quienes creen que las exitosas políticas de vacunación masiva son cosa del pasado.

“No estamos como estábamos hace 100 años. No se puede comparar”, aseguró la doctora Sherri Tenpennys, especializada en tratamientos alternativos y una de las voces más críticas en la comunidad médica de EE.UU. frente a la aplicación de vacunas.



A su juicio, los efectos adversos de la inoculación indiscriminada de un virus superan hoy en día a los beneficios.

“Los médicos recitan el dogma que han aprendido. No estudian vacunación en medicina. Les dicen: aquí está el calendario de vacunación, memorízalo y úsalo; muy poca gente va más allá y lee qué es lo que se le inyecta a los pacientes y entienden las complicaciones potenciales”, explicó.



“Todas las vacunas tienen efectos secundarios, pero no ha habido ninguna intervención médica más eficaz en la historia”, dijo el especialista en Infectología Pediátrica del Hospital Infantil Mattel UCLA de Los Ángeles, Jaime Deville.



El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC) establece que, por ejemplo, la inyección de la tos ferina podría generar un “daño permanente cerebral” y “coma”, pero añade que son casos tan poco frecuentes (menos de uno entre un millón) que es incluso difícil de decir que hayan sido causados por la vacuna.
Una de las teorías más controvertidas es la que vincula el autismo con las vacunas, algo sobre lo que no hay estudios concluyentes.



En cualquier caso, el mensaje de CDC es claro: contraer la enfermedad es más peligroso que la reacción a una vacuna.



Un reciente brote de sarampión con epicentro en el parque Disneyland en California y que ha afectado a al menos 70 personas de cuatro estados, ha vuelto ha reavivar el debate sobre defensores y detractores de la inmunización.



En su mayoría, los infectados por el virus no habían sido vacunados.

“Nadie pensaba que la gente se olvidaría de las enfermedades”, señaló Deville, para quien el rechazo a la inmunización “es de llamar la atención” y considera una consecuencia inesperada del propio éxito de las campañas de vacunación.

Esta percepción es, para Deville, una “catástrofe” para la salud pública.



Desde 2014, en California se obliga a los padres que quieran privar a sus hijos de las vacunas a que reciban asesoramiento de un doctor que les explique las consecuencias de su decisión, una medida que ha servido para reducir, según datos de Los Angeles Times, el número de objetores.



“Mi experiencia es que los padres que toman la decisión de no vacunar son los que realmente han leído sobre esto, son los que mejor cuidan a sus hijos. A la mayoría de los que llevan a sus hijos al doctor y los vacunan no les preocupa lo que comen, dónde juegan, a qué hora se van a dormir, o si se lavan las manos, porque la vacuna les protegerá de enfermar”, afirmó Tenpennys.



Esta médico recuerda que las vacunas no son infalibles (99 % de eficacia para el sarampión) y afirmó que la de la hepatitis B es la “más neurotóxica que se haya creado” y no “debería aplicarse”.



En EE.UU. se creó en 1988 el Programa de Compensación de Lesiones Causadas por Vacunas (VICP) con el fin de limitar las millonarias demandas contra farmacéuticas en los tribunales ordinarios por complicaciones que podrían derivarse de las vacunas, lo que podría repercutir en el precio de éstas y perjudicar al sistema sanitario.