Pedro Martínez entra al Salón de la Fama
El recinto sagrado del Salón de la Fama del béisbol profesional ya tiene a un segundo dominicano entre los inmortales después que el exlanzador Pedro Martínez fue elegido a la primera votación a la que se presentó y con la que culminó un inicio profesional lleno de dudas en reconocimiento a su grandeza.
“Las dudas encendieron la llama”, afirmó Martínez, quien abrumaba a los rivales con su repertorio de pitcheos, incluyendo un alucinante cambio de velocidad. “También le doy las gracias a los que dijeron que no, ya que ellos me motivaron a decirles que sí”.
Su aspecto frágil hizo que Martínez tuviese el mismo muchas dudas sobre la posibilidad si algún pudiese brillar en las Grandes Ligas, a pesar que tenía una gran habilidad a la hora de lanzar la pelota.
La realidad, sobre el desafío que el delgado y diminuto Martínez debió afrontar en su carrera es que mide 1,80 metros de estatura (5,11 pies), pero fue un grande en el montículo. Sus apodos “Petey” por lo diminutivo y “El Grande” por su actuación monticular demuestran eso mismo.
Martínez tenía la rara combinación de poder con la recta y un comando exquisito. En su apogeo, una bola rápida formidable, pitcheos rompientes devastadores y un excelente cambio de velocidad era su arsenal.
Esa lucha entre la desconfianza y sus cualidades como lanzador fue lo que hizo posible que al final le diesen un espíritu “indomable” desde el montículo y ahora ya su nombre esté junto a las leyendas del béisbol profesional después de 18 años de cosechar éxitos individuales y de equipo.
“Me transformaba una media hora antes del juego”, reconoció Martínez tras recibir un 91,1 por ciento de los votos en su primer año elegible que le dio la Asociación de Cronistas de Béisbol de Norteamérica.
“Me ponía bien serio, concentrado, ya mi papá me decía que me tenía que tomar con seriedad mi trabajo”. Ese lema nunca lo olvido, al contrario, cada vez que salía al montículo era todo intensidad, enfoque, concentración y ver al rival el enemigo al que había que derrotar sin hacer ningún tipo de concesiones.
Como prospecto de los Dodgers de Los Ángeles, su primer equipo, pasó por el quirófano en 1992 tras dislocarse el hombro izquierdo (el brazo con el que no lanzaba) durante un turno al bate. En su labor de relevista, respondió positivamente en su primera temporada en las mayores (2.61 de efectividad en 65 apariciones), pero el expiloto Tom Lasorda y los médicos de Los Ángeles no se fiaban sobre su resistencia para lanzar y acompañar a su hermano Ramón en la rotación de abridores.
Martínez fue traspasado a los desaparecidos Expos de Montreal en noviembre de 1993 por Delino DeShields, y el resto no es más que una trayectoria de éxitos que le dejaron con marca de 219-100 y efectividad de 2.93. El exabridor dominicano es el tercero de todos los tiempos con un promedio de 10,04 ponches cada nueve entradas, además de haber conseguido tres premios Cy Young, uno en la Liga Nacional con los Expos en 1997, y los otros dos de manera consecutiva en la Americana en 1999-2000 con los Medias Rojas de Boston.
Martínez se unió en el Salón de la Fama a Juan Marichal tras una pausa de algo más de tres décadas desde que su compatriota fue elegido en 1983. Marichal se anotó 243 victorias y firmó una efectividad de 2,89 cuando se retiró de las Grandes Ligas.
“No creo que tendremos que esperar otros 33 o 34 años sin alguien más”, señaló Martínez, al destacar una oleada de astros dominicanos que tendrían las credenciales para ser incluidos en el Salón.
Albert Pujols, Vladimir Guerrero, David Ortiz y Adrian Beltré asoman como los principales candidatos dominicanos en futuras elecciones.
Sería una lista más amplia, pero la sombra del consumo de sustancias para mejorar el rendimiento dejarían fuera a Sammy Sosa y Manny Ramírez, que también tienen números para ser considerados como futuros miembros del Salón de la Fama.
Después de ganarse el respeto con los Expos, Martínez estableció su condición de leyenda durante siete temporadas triunfales con los Medias Rojas, que cerró al conseguir el primer campeonato de la Serie Mundial tras una sequía de 86 años.
Tras salir de los Medias Rojas jugó con los Mets de Nueva York y su último equipo en las mayores fueron los Filis de Filadelfia. Ahora ya no juega, pero Martínez, de 43 años, se ha convertido en la gran inspiración de los jóvenes peloteros dominicanos que sueñan con llegar a las Grandes Ligas, algo que le llena de satisfacción.
“A Juan Marichal le tocó una era en la que los dominicanos no pudieron seguirle, como ocurrió conmigo, por la televisión, el Internet”, señaló Martínez. “La importancia que sea alguien de la era que me tocó es indescriptible. Cada jovencito de 20 años me pudo ver lanzar”.
Martínez hizo su mejor trabajo durante lo que conocemos ahora como la era de los esteroides. Se anotaban carreras por montones. Pero era lo contrario cuando él estaba en el montículo. Entonces, en ese aspecto lo que ya era impresionante se convierte en algo más grande aun porque lo consiguió de manera limpia, sin trampas, a base de sacrificio, inteligencia y honradez.
“Lo hice de manera limpia, de la única manera que sabía, que el béisbol me enseñó, mi mamá y mi papá a hacer mi trabajo: de manera seria y respetuosa. Lo hice de manera limpia”.
Por eso consiguió que la frustración de estar debajo de una mata de mango sin dinero para poder viajar en autobús (guagua) la convirtiese en el nuevo miembro del Salón de la Fama junto a su compatriota Marichal, otro de los grandes dentro y fuera del campo.
“Mi deseo es que me vean como un ejemplo perseverancia y fe, de que sí podemos alcanzar metas”, destacó Martínez. “Que vean este honor como la confirmación de que los latinos tenemos el mismo talento y capacidad de trabajo que todos los demás”.