Hillary Clinton tras su sueño presidencial
En la campaña presidencial de EE.UU. de 1992, Bill Clinton dijo que al apoyarlo a él, los electores recibían “dos por el precio de uno”. Se refería a su esposa, Hillary Clinton, una mujer incombustible que anunció su segundo intento por cumplir el sueño de su vida: ser presidenta. “Si le votas a él, también me tendrás a mí”, dijo entonces Hillary, y fue verdad. En los 23 años que han pasado desde entonces la luchadora abogada de Chicago (Illionis) ha sido primera dama, senadora, candidata a las primarias demócratas y secretaria de Estado del país norteamericano.
Acostumbrada a hacer historia, Hillary Clinton aspira ahora a convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos, un sueño que le frustró en 2008 un joven senador llamado Barack Obama.
Cuando anunció su primera candidatura, el 20 de enero de 2007, Hillary tenía 59 años y acababa de ser reelegida como senadora por Nueva York para un segundo mandato. Con 67 años, una Hillary Clinton ya abuela volverá a intentarlo tras haber liderado la diplomacia estadounidense durante cuatro años (2009-2013) como secretaria de Estado de Obama.
De hacerse con la Casa Blanca en 2016, Hillary sería a los 69 años la segunda persona de mayor edad en tomar las riendas del país, sólo unos meses más joven que el republicano Ronald Reagan cuando fue elegido en 1980.
“Convertirme en abuela me ha hecho pensar mucho en la responsabilidad que todos tenemos como administradores del mundo que heredamos y que un día dejaremos en herencia. Ser abuela, en lugar de hacerme querer bajar el ritmo, me ha animado a acelerar”, señala Clinton en un nuevo epílogo de su libro de memorias “Hard Choices”.
Hillary Clinton ha sido uno de esos personajes políticos que se ama o se odia. A pesar del esfuerzo de sus asesores por suavizar su imagen, Hillary no ha podido sacudirse nunca esa fama de mujer dura, fría, calculadora y ambiciosa.
La resiliencia y perseverancia que aprendió de sus padres han sido vitales para Hillary, que ha tenido que capear todo tipo de tormentas personales y políticas a lo largo de su vida. La mayor prueba a su resistencia fue el escándalo del “affaire” del entonces presidente Bill Clinton con la becaria de la Casa Blanca Monica Lewinsky en 1998. Haciendo de tripas corazón, la primera dama perdonó a su marido y se quedó a su lado, como había hecho con otros líos de faldas anteriores.
Hillary y Bill se conocieron en 1971, cuando ambos estudiaban en la facultad de Derecho de la prestigiosa Universidad de Yale (Connecticut).
La joven le dejó claro su arrojo desde el primer minuto, fue ella la que se aproximo a Bill y le dijo: “Si vas a seguir mirándome así, y yo a ti, más vale que nos presentemos”.
En otro gesto de independencia y a diferencia de lo que es tradicional en las mujeres de Estados Unidos, no cambió su apellido cuando se casaron en 1975. Sí lo hizo años después, ante las presiones de los ciudadanos de Arkansas, que no aprobaban que la primera dama del estado no compartiera apellido con el entonces gobernador Bill Clinton (1979-1981, 1983-1992).
El fracaso de Bill Clinton en la reelección de 1980 afectó duramente a la pareja, pero ese fue también el año en el que tuvieron a su única hija, Chelsea, que pasó su adolescencia en la Casa Blanca y ha heredado el gusto de sus padres por la política.
Tras su maternidad el año pasado, Chelsea dejó su trabajo en la NBC para concentrarse en su hija Charlotte y en la fundación familiar que pasó a llamarse Bill, Hillary & Chelsea Clinton Foundation cuando Hillary dejó el Departamento de Estado en 2013.
Los Clinton podrían volver a la Casa Blanca más de veinte años después en 2017, esta vez de la mano de Hillary. Al convertirse en primera dama en 1993, Hillary Clinton hizo toda una declaración de intenciones: ella no iba a dedicarse a hacer galletas y tomar té. Lo ha cumplido.