De Rusia a Cuba, Donald Trump y Hillary Clinton chocan en política exterior
Lucía Leal / EFEUSA
Quien reemplace a Barack Obama en la Casa Blanca deberá afrontar una tensión con Rusia sin precedentes en las últimas décadas, un Oriente Medio embarrado en conflictos y la decisión de seguir o no con la apertura a Cuba, retos que Hillary Clinton y Donald Trump abordarían desde polos opuestos.
La campaña presidencial ha trastocado los esquemas clásicos de la política exterior nacional, con un candidato republicano, Trump, que oscila entre el aislacionismo y el músculo militar, y una aspirante demócrata, Clinton, que, según sus asesores, adoptaría una postura más agresiva que Obama en el plano internacional.
“Una victoria de Trump provocaría una de las mayores conmociones en la política exterior (estadounidense) en las últimas décadas”, pronosticó recientemente Thomas Wright, un experto en estrategia geopolítica del centro de estudios Brookings.
La candidatura de Trump ha generado inquietud en el mundo, desde una Latinoamérica indignada por sus comentarios sobre los inmigrantes a un Oriente Medio preocupado por su retórica contra los musulmanes, pasando por unos aliados tradicionales en Asia oriental que temen que EEUU los deje a su suerte ante la pujanza de China.
Mientras tanto, la tensión con Rusia ha ido creciendo al calor de las diferencias sobre Siria y la acusación estadounidense a Moscú de haber lanzado ciberataques para influir en las elecciones.
“Tenemos una de las relaciones más conflictivas con Rusia de los últimos tiempos. El único debate entre los expertos es si está al nivel de la crisis de la década de 1980 o más bien (del comienzo de la Guerra Fría) en la de 1940”, dijo Fiona Hill, una experta en Rusia, en una conferencia organizada por Brookings.
Si la próxima presidenta es Clinton, que ha acusado directamente a Moscú de tratar de perjudicarla con sus ciberataques, tendrá un “primer año muy difícil” en su relación con Rusia, según Wright.
Por su parte, Trump ha elogiado reiteradamente al presidente ruso, Vladímir Putin, y ha mostrado su voluntad de “llevarse bien” con él, con el argumento de que la batalla contra el Estado Islámico (EI) debe ser la prioridad absoluta y Moscú puede contribuir a ella.
El magnate ve la relación con Rusia como la negociación de un acuerdo inmobiliario, y querría “llegar a un trato muy transaccional para que Rusia luche junto a él contra el EI”, pero la cuestión está en qué ofrecería EEUU a cambio, opinó Wright.
La estrategia de Trump contra el EI también está llena de interrogantes: en marzo afirmó que harían falta 30.000 soldados de EEUU para derrotar al grupo yihadista en Irak y Siria, pero no ha llegado a comprometerse con ese despliegue, y solo ha dicho que su plan sería “impredecible” e involucraría una fuerte ofensiva.
Clinton, por su parte, ha prometido continuar con los bombardeos de la coalición liderada por EEUU y ha abogado por un mayor papel de las fuerzas kurdas y los musulmanes suníes en la lucha contra el EI.
Probablemente la mayor diferencia en la política exterior de Obama y la que propone Clinton sea su voluntad de establecer una zona de exclusión aérea en Siria, algo que, en sus propias palabras, “podría salvar vidas y acelerar el fin del conflicto”.
El jefe del Estado Mayor, Joseph Dunford, ha advertido que esa medida provocaría una “guerra con Rusia”, pero Clinton alega que negociaría antes con Moscú para evitar que eso pase.
Si el mayor foco de tensión para Clinton sería Rusia, el de Trump podría ser China, uno de los principales blancos de sus ataques y al que ha prometido imponer presión por sus prácticas comerciales.
Por su parte, Clinton apremiaría más a China en el área de los derechos humanos y mantendría las alianzas con Japón y Corea del Sur, quizá con una mano más dura hacia Corea del Norte. Pero es improbable que el “giro hacia Asia” de Obama siguiera siendo su prioridad, dado su interés en Oriente Medio.
Ni Trump ni Clinton han mencionado la paz entre israelíes y palestinos como una prioridad de su política exterior, aunque ambos se han perfilado como aliados inequívocos de Israel, y han hecho varias promesas a un Benjamin Netanyahu muy distanciado de Obama. La desigual recuperación económica de Europa, las consecuencias del “brexit”, el conflicto en Ucrania y la crisis de refugiados serán otros de los retos para el próximo presidente, que además tendrá que decidir, con toda probabilidad, qué hacer con la prisión de Guantánamo (Cuba) que Obama no ha logrado cerrar.
Mientras que Clinton quiere clausurarla, Trump ha prometido mantenerla abierta y, además, ha sugerido que volvería a autorizar las polémicas prácticas de interrogatorio que usó el Gobierno de George W. Bush, como la asfixia simulada (“waterboarding”).
El candidato republicano ha prometido cancelar o renegociar dos grandes acuerdos de la Presidencia de Obama: el trato nuclear con Irán y el Acuerdo de París sobre el clima, apoyados por Clinton.
Durante las primarias, Trump fue el único aspirante republicano favorable al acercamiento a Cuba, pero ha endurecido su posición a medida que buscaba votos en Florida, y en un tuit de mediados de octubre prometió “dar marcha atrás a las órdenes ejecutivas de Obama hacia Cuba hasta que se restauren las libertades” en la isla.
Pero cumplir esa promesa puede ser “muy difícil” y tener un “alto coste político”, dados los múltiples canales de cooperación que ya están activos y el creciente interés de las empresas estadounidenses en Cuba, explicó el experto Geoff Thale, director de programas de la Oficina de Washington para Latinoamérica (WOLA).
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