Trump, un líder impredecible ante el reto de “hacer a EEUU grande de nuevo”

Pedro Alonso / EFEUSA

Nadie sabe qué tipo de presidente será alguien tan impredecible como Donald Trump, pero sí está claro que el magnate llega a la Casa Blanca con el reto de cumplir una promesa electoral tan rotunda como difusa: “Hacer a EEUU grande de nuevo”.

Esa frase fue el lema estelar de campaña que animó a millones de votantes -muchos de ellos electores blancos de una clase trabajadora desencantada con los políticos tradicionales- a entregar las riendas de la primera potencia mundial a un líder populista como Trump.

El multimillonario (exestrella televisiva, dueño de un imperio inmobiliario y novato en política), causó conmoción con su inesperado triunfo en las elecciones de noviembre ante la demócrata Hillary Clinton, a quien batió con un discurso demagógico y xenófobo.

No extraña, pues, que la llegada al Despacho Oval de Trump, conocido por su carácter impulsivo, genere una extraordinaria incertidumbre y desconcierto, dentro y fuera del país.

Como comenta Thomas Mann, politólogo del centro de estudios Brookings, Estados Unidos no se halla, por primera vez en mucho tiempo, ante “un nuevo presidente normal que va a asumir el poder”, pues “nada es normal” acerca del empresario republicano.

Frente al demócrata Barack Obama, que deja la Casa Blanca con una notable popularidad tras ocho años de gobierno, Trump toma el relevo como el mandatario electo más impopular del país en décadas.

El 51 por ciento de los estadounidenses desaprueba la actuación del multimillonario en el periodo de transición hacia su investidura como cuadragésimo quinto presidente de EEUU, mientras sólo el 44 por ciento le brinda su apoyo, según una encuesta de Gallup.

Estos datos son los peores que obtiene un presidente electo desde que la encuestadora empezó a hacer esos sondeos en 1992.

En el agitado periodo de transición, el magnate ha confeccionado su gobierno, que mezcla figuras republicanas, como su jefe de gabinete, Reince Priebus; con populistas, como su asesor principal, Steve Bannon, acusado de racismo y adalid de la ultraderecha.

Esa etapa también se ha visto empañada por los polémicos informes de inteligencia de EEUU que culpan a Rusia de ciberataques durante los comicios para perjudicar a Clinton y favorecer a Trump, quien ve en esa conclusión un intento de deslegitimar su victoria electoral.

La llamada “diplomacia tuitera” de Trump (sus controvertidos mensajes de Twitter sobre asuntos sensibles de política exterior) y los constantes ataques a la prensa, a la que tacha de “deshonesta”, han contribuido asimismo a enrarecer la transición.