Neymar, ‘los toreros con veinticinco’
Carlos del Barco / EFE
Un axioma del planeta taurino reza que los toros se han de lidiar con cinco años y que los toreros alcanzan su plenitud y sazón con veinticinco, edad que también ha marcado la madurez y el mejor momento de juego del delantero brasileño del Barcelona Neymar da Silva Santos Junior, cada vez más ‘sénior’.
Los límites de Neymar parece ponerlos él mismo sobre el césped y las cosas que hace a los contrarios; y su capacidad de crecimiento, análoga a la de esos toreros prometedores que crecen y crecen en sus primeras temporadas hasta que ‘explotan en las grandes ferias y se consolidan en las demás: con el cuarto de siglo.
La exhibición del de Mogi das Cruces (Sao Paulo) ante el Athletic de Bilbao el pasado sábado (3-0) fue reconocida por su entrenador, Luis Enrique Martínez, como la “versión maravillosa” de un jugador “vital” que “lo ha hecho todo como siempre y que ha estado espectacular” pese a que el brasileño no está viendo puerta en esta temporada.
Neymar, quien cumple años el mismo día que el astro madridista Cristiano Ronaldo (32) y que el delantero argentino Carlos Tévez (33), es una pieza vital en el engranaje barcelonista junto al uruguayo Luis Suárez y el argentino Lionel Messi, con quienes conforma la denominada MSN, que hace frente al otro gran tridente de LaLiga, la BBC madridista de Benzema, Bale y Cristiano.
Recibe, encara, se adorna, quiebra, la pone, le pega, ve espacios donde otros no ven nada y así desde que llegó en 2013 al Camp Nou procedente del Santos de su país, un traspaso polémico, investigado en su pormenores por la Justicia española y que, sin embargo, no ha mermado un ápice del rendimiento del punta brasileño.
Neymar, el ‘11’ de Luis Enrique, empezó a jugar en 2008 en el Santos y cinco años mas tarde recaló como sustituto de la magia de Ronaldinho Gaucho en el Barcelona, club con el que, entre otros títulos, ha ganado hasta el momento dos Ligas, otras tantas copas del Rey, una Liga de Campeones y una Supercopa de España.
Son más de setecientos pases los que lleva en los dieciséis partidos que lleva disputados en esta temporada, en los que, con cinco goles, no ha logrado, sin embargo, los registros goleadores de otras anteriores y, pese a ser de los futbolistas que más faltas recibe y soporta, ha recibido ya cinco tarjetas amarillas.
Una de ellas, la última, le impedirá jugar la vuelta de las semifinales de la Copa del Rey ante el Atlético de Madrid en el Camp Nou y la vio en la ida, en la que recibió una veintena de faltas de toda índole y color y, finalmente, el amonestado fue él: por su peculiar forma de entender el fútbol.
Esta faceta de juego, irrenunciable para quien concibe el fútbol como una fiesta, es quizás de las más criticada por rivales a los que no gusta el quiebro, el adorno, las bicicletas y otros arabescos de la escuela brasileña de la que Neymar es, con toda seguridad, el más depurado de su representantes en el fútbol europeo.
El aplomo que ha adquirido el punta desde su llegada a Europa se le percibe en su seguridad en que, pese a que no está marcando, “los goles llegarán” y en que, pese a que se considera “un soñador despierto”, quiere seguir trabajando “duro” para ganar con la selección de su país el próximo Mundial de 2018.
Ésa es la gran Copa que falta en las vitrinas de un jugador que también tiene por delante a Cristiano Ronaldo y a Leo Messi a la hora de optar a un galardón individual como el Balón de Oro: cuenta con un tercer puesto en 2015, hasta el momento.