Los psicópatas navegan entre el encanto y el cálculo

Zoilo Carrillo / EFEUSA

Detectar a un psicópata no resulta nada fácil. Sus conductas son dúctiles y pueden ser “personas muy frías y calculadoras” con rasgos de superioridad, pero también “son superficialmente encantadores”, dijo la experta Feggy Ostrosky.

En una entrevista, la Premio Nacional de Investigación en Psicología de México señaló que los psicópatas -del 1 al 3 % de la población mundial- “no sienten empatía ni sentimiento de culpa” a la hora de proceder a realizar actos atroces con metodologías muy variables.

Estudios recientes realizados a partir de imágenes cerebrales muestran que cuando se le pide a la persona con el trastorno que se ponga en el lugar del otro, hay partes del cerebro “que no prenden del todo”, indicó.

La empatía es una característica fundamental cuando se habla de valores éticos y morales, apuntó la catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien agregó que “el ser moral es aquel que decide ser moral”. “La empatía es un prerrequisito, pero no el total para ser un ente moral”, puntualizó.

Los tres periodos críticos a la hora de gestar la conducta y condiciones morales son los tres años, cuando se aprende a leer y finalmente la adolescencia.

La autora de “Mentes Asesinas” aseguró que “los criminales tienen perfectamente claro lo que es el bien y el mal”, y cometen actos atroces “porque no tienen una buena regulación de sus impulsos y están llenos de hostilidad y enojo”.

La conducta psicopática es una interacción de variables, un proceso con una serie de factores biológicos, sociales y familiares de riesgo que “interactúan para producir estas personas”.

La psicopatía está asociada a la violencia primaria, que se origina sin estímulos externos (violencia secundaria).

Cuando se habla de violencia cabe distinguir este término del de “agresión”, algo que frecuentemente no se hace, afirmó Ostrosky, fundadora de la Sociedad Mexicana de Neuropsicología.

“La agresión es una respuesta innata en los mamíferos con los que compartimos este sistema de respuesta biológica para podernos defender”, detalló.

La violencia, pues, se detona sin existir instinto de defensa previo, obedeciendo a la incapacidad de controlar un impulso.

La duda que surge a la hora de especificar qué engendra una psicopatía se debate entre la biología y la experiencia de vida, hallando una respuesta en el equilibrio de ambas.

“Se ha encontrado que el ser humano puede tener un gen o un polimorfismo genético, pero que se te prende a partir de una historia de abuso físico o psicológico en la infancia y de ahí nos vamos a las historias de muchos asesinos”, explicó la especialista.

El ser humano termina de madurar su cerebro dentro de un seno social, por lo que esto enfatiza la responsabilidad de la ciudadanía y el entorno familiar.

“Los psicópatas están presentes en la población y yo digo que las circunstancias actuales les hacen muy eficientes para sobrevivir en este mundo”, aseguró.

“El mundo actual ha hecho que nos desensibilicemos ante la violencia y estemos expuestos continuamente”, dijo la experta, quien aludió a la posibilidad de abusar de alguien y exponerlo en un vídeo a través de Youtube.

Ostrosky destacó la necesidad de reconfigurar la relación con el morbo, ya que “una cosa es que veas qué pasó para que no te pase a ti y otra que te tomes la foto con el muerto”.

Esta afirmación se sustenta en la observación de una sociedad que requiere cada vez más registrar lo que ve a través de un dispositivo, sin escrúpulos para filtrar la moralidad o ética del acontecimiento.

Que las personas vean imágenes violentas no significa que se vuelvan violentas, pero el impacto que provoca cada vez es menor y se produce “un apagón de nuestros sistemas empáticos” y eso influye como sociedad, aseveró.