Exposición de fiesta poblana en Nueva Jersey
El rico patrimonio de la cultura nativa de Puebla, México, con imágenes de seis fotógrafos que retratan las danzas más emblemáticas de la Fiesta patronal de San Miguel Tzinacapan, se viene exhibiendo en Mi Casa es Puebla de Passaic.
Kevin Cáceres, nacido en Estados Unidos de padres poblanos, fue el primer sorprendido con el color, que envuelve todas las danzas de las tierras de sus padres.
“En efecto, las he visto varias veces y lo primero que me llamó más la atención es su color, y lo que representan las danzas,” dice.
Pero hay más que color, hay la celebración de la cultura nativa, un culto a sus costumbres ancestrales, hábilmente aprovechadas por la época colonial española, que han llegado hasta nuestros días a través de generaciones de poblanos.
“Las celebraciones indígenas son más que celebraciones, delimitan los ciclos sagrados entre los que transcurre la vida cotidiana y proporcionan espacios para el fortalecimiento de la cohesión social. La fiesta también es el medio por el que se transmiten la cultura, la cosmovisión y la tradición y es por eso la base de la identidad colectiva,” dice el texto que introduce a la muestra.
Son 30 las fotografías en exhibición, provenientes de la fototeca “Nacho López” de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de México, de los fotógrafos Lorenzo Armendáriz, Silvia Gómez, Anastasio Aguilar, Guillermo Aldana, y Sergio Abbud
La fiesta comienza a celebrarse el 29 de septiembre y pertenece al municipio de Cuetzalan, en la sierra norte del estado mexicano de Puebla.
En las fotografías se muestran retratos de los danzantes y coreografías de cada una de las cinco danzas más emblemáticas de esa cultura.
Allí está la danza de los Migueles, que se presenta en honor al arcángel San Miguel, en su lucha contra el demonio que finalmente cae bajo la espada del católico. Es, como se habrán dado cuenta, una personificación de la lucha contra el mal, en que un grupo de danzantes, la mayoría jóvenes, vestidos como la tradición romana, con petos, alas, escudos y espadas, representan esa batalla.
Los Santiagos es otra de esas danzas que reúnen la imaginería indígena con el culto español. Dedicado a Santiago Apóstol, se enfrentan los “moros” y los “pilatos” con los fieles a Santiago, reconocidos por los cascos y los caballos de madera. En esta contienda entre el bien y el mal también se añade el culto al rayo, como fenómeno natural divinizado, al que el apóstol suma representación.
Los Negritos representan a la cultura afroamericana, importante en la economía de la siembra y cosecha de la caña de azúcar. Aquí entra en acción la deidad serpiente, “la Maringuilla”, que acaba con el caporal, quien a su vez es atacada y finalmente muerta por los Negritos para devolverle la vida al caporal.
Y antes del último, están Los Quetzales, un ritual prehispánico de culto al sol y al fuego. Se distingue por el uso de plumas de guacamayos en los tocados de los danzantes, lo que le da una vistosidad multicolor . El nombre proviene de la palabra cuezalin, que en la lengua indígena náhuatl, se usa para nombrar a las plumas de la cola del animal referido
Finalmente están Los Voladores, una danza vinculada al culto al sol y al calendario nativo. La particularidad está en que sus intérpretes se lanzan desde lo alto de un mástil y descienden al ritmo de una flauta, cuyo “vuelo” tiene que tener 52 oscilaciones que representan los años que duraba el siglo mesoamericano. Este ritual fue reconocido el año 2009 por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La danza también representa la fecundación de la tierra de parte del cielo.
La exposición se presenta en Mi Casa es Puebla Passaic, ubicada en el 77 de la Third St.