Limpiadora indocumentada que trabajó para Trump en NJ pide asilo
Reporte Hispano / EFE
Victorina Morales, la inmigrante indocumentada que develó haber trabajado para el presidente Donald Trump en el Trump National Golf Club en Bedminster, solicitó asilo a un tribunal de inmigración para poder permanecer en el país.
La hispana, que reside en Bound Brook, admitió que usó documentos falsos para conseguir un trabajo de limpieza en el club de golf de Trump, luego de cruzar ilegalmente a EE. UU. desde su nativa Guatemala.
Morales estaba programada para asistir a una audiencia en la oficina de asilo de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos en Lyndhurst el pasado lunes 17 de diciembre, donde su abogado solicitó un retraso en su caso de asilo por la atención nacional que ha recibido.
“No hay duda de que Morales se enfrentaría a un grave peligro en Guatemala, donde su visibilidad por el tema de una noticia importante la pondría en un riesgo aún mayor. Confiamos en su solicitud de asilo y estableceremos que tiene derecho a la protección en virtud de la ley de EE. UU. ”, dijo Anibal Romero, el abogado de Morales en un comunicado.
“Victorina Morales enfrenta un tremendo peligro en Guatemala, su país de origen, y confiamos en que se le otorgará asilo”, agregó el abogado. “Hace varios años, el suegro de Morales fue atacado y asesinado en Guatemala por un grupo de hombres que intentaron obtener dinero porque él tenía familiares en los Estados Unidos. Su hijo fue testigo del asesinato y su familia ha estado enfrentando amenazas continuas desde entonces”.
Mientras que se decide su caso el Servicio de Ciudadanía e Inmigración, Victorina Morales junto con Sandra Díaz, la otra extrabajadora de Trump, continúan contando su historia a los medios de comunicación en todo el país.
Trump se ha vuelto loco
En una entrevista con la agencia de noticias EFE, ambas trabajadoras afirmaron que Trump “se ha vuelto loco”.
“Cuando lo vi expresarse en televisión. Cómo él se expresaba sobre nosotros (los inmigrantes). Y yo decía: ‘pero este hombre está loco’. Si él nos ve allí (en su club de golf trabajando), ¿por qué nos trata así?”, se pregunta Morales, de 45 años.
Morales, que coincidió en varias ocasiones con el magnate antes de que este se postulara a la Casa Blanca, cuenta la radical diferencia entre la amabilidad mostrada por Trump en el club de golf y las declaraciones antiinmigrantes que caracterizaron su campaña electoral y estos dos primeros años de mandato.
Al escuchar sus proclamas xenófobas “fue cuando yo dije no. Basta ya, salgo y me muestro que yo soy una”, detalla.
Esto, sumado a las humillaciones, abusos, empujones e insultos de su supervisora, fue lo que le motivó a dar la cara por “todos aquellos inmigrantes que sufren lo mismo”.
“Si yo salí es por tantas cosas que pasamos en este país y nos aguantamos. Que me disculpen si ellos entienden que yo estoy haciendo un mal. Yo estoy hablando por todo el mundo que estamos aquí. Nosotros no venimos a invadir el país, venimos a trabajar”, clama Morales, entre lágrimas.
Morales y Díaz, cuya historia desveló el New York Times la semana pasada, trabajaron para el club de golf que el grupo empresarial del magnate tiene en Bedminster (New Jersey), donde ambas sufrieron agresiones y vejaciones por parte de una de sus compañeras y supervisora que, a diferencia de ellas, sí tenía papeles.
Victorina se encargó del mantenimiento de la casa del presidente en el club privado entre 2013 y la campaña para las elecciones presidenciales de 2016, cuando recibió la orden de que dejaría de limpiar la ropa, los baños y las habitaciones del empresario, algo para lo que nunca obtuvo explicaciones, a pesar de que otras limpiadoras también indocumentadas siguieron trabajando allí.
A la pregunta de si Trump conocía que tenía a indocumentados trabajando para él, extremo que negó varias veces durante la campaña política de 2016 y ya como presidente, Victorina responde que no lo sabe, aunque sostiene que esta situación sí era conocida por numerosos supervisores.
“No podía ser ajeno porque se ve que no somos americanos”, narra Sandra Díaz, costarricense de 46 años que trabajó para el club de golf entre 2010 y 2013, entonces de manera ilegal, aunque ya cuenta con papeles de residencia.
Díaz explica también el procedimiento por el que se contrataba a limpiadoras y jardineros, la mayoría inmigrantes: “Las personas allí nunca aplican ‘online’. Es un amigo que trae a otro amigo… Así fui aprendiendo el sistema cuando entré, así es como entraban las mujeres”.
Ambas recuerdan diversos momentos en los que coincidieron con el magnate, en los que él fue amable y las recompensó con propinas.
Victorina evoca un día que, limpiando unos cristales, Trump se acercó con su carrito de golf y, al ver que no llegaba al extremo superior de los vidrios, el ahora presidente le quitó la bayeta y los limpió él mismo. Seguidamente, tras preguntarle el nombre y país de procedencia, le entregó cincuenta dólares.
Sandra cuenta una ocasión en la que, después de pedir que le llevaran un helado a su habitación, le entregó como “propina” un billete de cincuenta dólares.
“Es otra persona (distinta) a la que yo conozco”, responde Díaz sobre las declaraciones de Trump sobre los inmigrantes.
Morales, a quien también han echado del trabajo que encontró después como limpiadora de oficinas, no pierde la esperanza: “Le pido a Dios que él está viendo lo que está pasando y no se me van a cerrar las puertas porque veo apoyo en ustedes”.
“Somos muchas las personas que hemos trabajado para él, muchas personas indocumentadas también. Que nos dé una oportunidad de una reforma migratoria”, reclama Díaz en un mensaje directo al presidente. “Yo le suplicaría (a Trump) que nos vea cómo nosotros trabajamos. No nos da miedo. Por eso salí del hueco donde estaba y floté porque me estaba ahogando”, zanja Morales.