Neil Gorsuch, el juez que desafió a Obama y ahora opta al Tribunal Supremo

Beatriz Pascual Macías / EFEUSA

El juez Neil Gorsuch desafió hace cuatro años al expresidente Barack Obama al fallar a favor de poderosos grupos religiosos y en contra de su reforma sanitaria, una hazaña que conquistó al presidente, Donald Trump, y hoy le convirtió en su nominado para el Tribunal Supremo.

“El juez Gorsuch tiene excelentes habilidades legales, una mente brillante y una tremenda disciplina”, dijo Trump en la Casa Blanca al presentar a su nominado para el alto tribunal.

Con 49 años y a pesar de su pelo gris, Gorsuch es el nominado para el Tribunal Supremo más joven en 25 años.

Como juez de la Corte de Apelaciones del Décimo Circuito, Gorsuch ha demostrado ser un sólido conservador que ha defendido firmemente la pena de muerte y la libertad religiosa de los individuos por encima de las regulaciones del Gobierno.

Aunque nunca ha emitido una sentencia sobre el aborto, Gorsuch sí ha asegurado que no hay ninguna “base constitucional” que respalde la idea de que debe darse prioridad a la libertad de elección de la madre por encima de la vida del bebé.

Uno de los casos que le catapultó a la fama es el de la compañía de artesanía Hobby Lobby que demandó al Gobierno para lograr que no fuese obligatorio proporcionar a sus empleados seguros médicos con cobertura de anticonceptivos, como establece la ley sanitaria proclamada en 2010 por Obama y conocida como “Obamacare”.

Esta oposición a la ley sanitaria de Obama podría haber conquistado a Trump, quien ha prometido derogarla y que tras tomar posesión el pasado 20 de enero se apresuró a firmar una orden ejecutiva para debilitar la reforma sanitaria.

No obstante, irónicamente, Gorsuch compartió las aulas de la Universidad de Harvard con Obama, según dijo hoy en Twitter Norman Eisen, un asesor del expresidente en temas éticos.

Más allá de su fallo sobre la ley de salud, Gorsuch es conocido por su escritura clara y concisa y también por su firme oposición a la eutanasia y el suicidio asistido.

En su libro “El futuro del suicidio asistido y la eutanasia” (2009) el juez analiza las cuestiones éticas y legales que rodean a la eutanasia y concluye que no debe ser legalizada porque “todos los seres humanos son intrínsecamente valiosos y la toma intencional de una vida es algo que siempre es un error”.

Defensor de los valores “tradicionales”, Gorsuch se crió en Colorado aunque conoce bien los entresijos políticos de Washington, donde su madre, Anne Gorsuch Burford, trabajó entre 1981 y 1983 como directora de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) bajo el mando del expresidente Ronald Reagan.

Influido por los valores de su madre, el joven Gorsuch cofundó la revista “The Fed” para dar voz a los ideales conservadores en la progresista Universidad de Columbia en Nueva York, desde la que pasó a las prestigiosas universidades de Harvard y Oxford, donde obtuvo su doctorado.

Comenzó su carrera legal en la década de los 90, trabajó durante un año para el juez conservador del Tribunal Supremo Anthony Kennedy y, en 2006, el expresidente George W. Bush nominó a Gorsuch para la Corte de Apelaciones del Décimo Circuito, una instancia inferior al Tribunal Supremo.

Dos meses después de su nominación, Gorsuch logró la confirmación del Senado con el respaldo de demócratas y republicanos.

Los demócratas amenazan con ponerle las cosas difíciles, pero si logra la confirmación en el Senado, Gorsuch ocupará el puesto del fallecido juez conservador Antonin Scalia.

Tanto Scalia como Gorsuch ven la ley conforme a la corriente del “originalismo”, una doctrina judicial según la cual la Constitución debe interpretarse como lo harían sus autores del siglo XVIII y no conforme a los cambios de la sociedad actual.

El propio Gorsuch expresó hoy su admiración por Scalia, a quien llamó “león de la ley” durante su comparecencia en la Casa Blanca.

Casado y padre de dos hijas, Gorsuch está considerado como un candidato conservador, aunque alejado de las posturas más radicales de otros jueces que Trump había considerado para el Tribunal Supremo, donde los magistrados tienen un mandato vitalicio y pueden modificar las leyes del país durante décadas.