Un día con un repartidor que no ha dejado de trabajar durante la pandemia
Y fuimos a ver cómo pasaba el día un repartidor que tiene que cargar, descargar, ubicar el producto en su lugar y recoger lo que haya que recoger, en su día de trabajo.
Lo que más se transportaba ese martes 23 de Junio, en la furgoneta de la empresa importadora La Providencia, eran piñatas. Unas 60, algunas bolsas de carbón para el asado, sólidos molcajetes de piedra, entre otros utensilios, de manera que todo pintaba de fiesta: los mexicanos van de celebración ahora que se relajaron las condiciones del Covid-19 en Nueva Jersey.
Conducía el vehículo el repartidor boliviano Ricardo Caba, originario de Santa Cruz de la Sierra, orgulloso de una tierra que aclaró, mientras apretaba el acelerador, no es zona andina solo que recibió el apelativo de “sierra” porque creció a las faldas del cerro Gran Grigota, de espalda a la sierra boliviana.
Todo inicia en las oficinas de Clifton, Condado de Pasaaic, a las 8:30 de la mañana. Hugo Calixto, jefe de operaciones de la empresa, nos entrega un escudo facial DIY, “es necesario para entrar a los supermercados”, un gel desinfectante de manos y la hoja de ruta para el día: entregas en las ciudades de Passaic, Clifton, North Bergen, West New York y Hackensack.
A la vista un panel con múltiples rutas en los cuatro puntos cardinales de Nueva Jersey. Además Nueva York, Pensilvania, Delaware y Connecticut, indica donde deben entregar los pedidos los cuatro chóferes encargados del “delivery”.
Antes de salir, brilla en la penumbra del almacén, una estatuilla de La Virgen de Guadalupe, vigilando los pasos de todos los trabajadores, de los que se van y de los que se quedan. Cubas no se persigna, ni modo, es de otra religión.
La primera parada: el supermercado Plaza México, en Passaic. Es temprano, solamente tres clientes circulan en el lugar. Caba no se confía, se ajusta la máscara y respira hondo. Todo irá bien, se dice a si mismo, como un mantra.
Allí se descargan molcajetes, ollas y otros productos que se depositan junto a “la silla del patrón”, un imponente mueble construido con cachos de toro. Pero hay que regresar a entregar las piñatas, a recoger en el centro de exhibición de La Providencia en Passaic.
“Todas las piñatas son hechas en México. Fíjese que don Francisco (Del Toro, propietario) llega a un pueblito alejado y les dice: a mí con todas las piñatas que puedan que yo se las compro. Lo que significa ese dinerito que cae del cielo para gente de un pueblito,” dice Caba, que lleva un año trabajando en la empresa.
CIFRAS DEL RECORRIDO |
Personas contactadas: 15 personas Gel antiséptico:1 botella Alcohol:350 ml Botellas de agua:2 Jugo de tamarindo1 Te verde:1 Panes:2 Mascarillas:1 Número de productos entregados: 300 Establecimientos visitados:6 Horas de trabajo: 7 y 30 minutos |
Terminado el primer reparto, se refriega las manos con gel desinfectante y remata con alcohol en el brazo y el antebrazo. Todo en orden.
Ahora rumbo al “Mercado de la 8”, propiedad de César Aguirre, ex-vicealcalde de Passaic, allí será más demorado el cumplido. Se tiene que descargar, el encargado tiene que revisar la entrega con factura en mano y el repartidor tiene que colocar los productos en los estantes asignados a la empresa.
La demora tiene sus frutos “nos pagan un poco más si además de traer el producto lo colocamos en su lugar,” dice Cubas y vuelve a usar el gel desinfectante.
Aprovecho para comprar un café y dar una vuelta por el lugar. Todos los trabajadores y los clientes deben portar máscara, el ingreso del público es limitado: es monitoreado desde entrada por una dama con un radio.
El calor del día es abochornante, por momentos llega a los 80 °F, saliendo del lugar nos espera Hackensack Market, Condado de Bergen. “En medio de todo, es un día caluroso, si dice que al Covid-19 lo mata el calor, aquí estamos bien, por hoy,” comenta en voz alta.
Allí Pérez, natural de Ciudad de México y encargado del supermercado checa la mercancía, mientras devuelven piezas rotas para su cambio al momento que advierte: aquí nadie ingresa sin mascarilla. No nos podemos confiar, éste virus es peligroso, como mordedura de perro rabioso. Mientras tanto un ayudante le ayuda a verificar la entrega.
Terminamos raudo, ya son las 12:32, repite la ceremonia del gel y nos vamos hasta Food Bazar, en North Bergen, Condado de Hudson.
Allí el número de trabajadores es mayor que en otros lugares y hay que andar con pies de plomo. Pero no hay que temer, hay poco público y movimiento de gente. Sin embargo la demora es mayor, el encargado de recibir la orden aún no llega. Larga espera. El reportero prefiere ir afuera a la sombra de un árbol.
De allí aterrizamos, a eso de las 3:00 PM en El Poblano Market, de West New York, el dueño llevaba unas copas encima y demora la entrega del cheque. La verificación de la carga demora más de lo habitual.
Una guapa guatemalteca en ropa deportiva, entretanto, atiende a los que llegan. Si no llevan máscaras no pueden ingresar. Comenta que los mejores tamales de Guatemala, se comen en la ciudad de Fairview, y la conversación abre el apetito.
Y por último, nos vamos a dos cuadras más allá a Fiesta Supermarket, la descarga y entrega es más rauda. Salgo a comprar el almuerzo, Cubas tiene comida esperando en casa, no probará nada hasta las 5PM. No puede dejar a la esposa comer sola.
Son las 4 de la tarde y la jornada ha terminado.Gracias a Dios. En cuatro días sabremos si hemos contraído el Covid-19