El “Campo de los indigentes”, donde descansan los migrantes desconocidos
María León / Agencia
La inscripción “Se fueron, pero no son olvidados” está gravada en metal en el Cementerio del Condado de Pima, última morada para migrantes indocumentados que mueren en el desierto de Arizona en su intento de llegar a Estados Unidos y cuyos restos nunca pudieron ser identificados.
En este campo santo de Tucson (Arizona) conocido popularmente como el “campo de los indigentes” actualmente reposan los restos de cerca de 5.000 personas, entre ellos migrantes que fallecieron en su intento por lograr el “sueño americano”.
En medio de este cementerio de cruces de madera, sin lujos ni lapidas, y tan árido y escaso en vegetación como el desierto de Arizona en el que murieron los migrantes se encuentran estructuras de cemento levantadas para acoger unos nichos que recientemente han sido adornados con dibujos de vivos colores.
Una pintura de una “catrina” adorna uno de los nichos y en otras brillan los dibujos de saguaros, montañas, la luna, colibríes y otros paisajes naturales.
En contraste, su interior todo es mucho más oscuro y apagado, tanto como el color de las cenizas de los migrantes que murieron en la frontera de Arizona.
“Pensamos que un poco de color era mejor que solo cuatro paredes de concreto, por eso artistas locales cooperaron pintando este lugar”, dice Gregory Hess, director de la Oficina del Médico Forense en el Condado de Pima.
CIENTOS DE MIGRANTES SIN IDENTIFICAR
Desde 2018 esta entidad está a cargo de supervisar y dar mantenimiento al cementerio que acoge los restos de personas indigentes, de bajos recursos y de migrantes que nunca fueron identificados.
Debido al incremento en el flujo migratorio a través del desierto de Arizona, el estado aprobó una legislación en el 2014 que permite a la Oficina del Médico Forense cremar los cuerpos y restos humanos de migrantes que nunca fueron identificados.
De acuerdo a cifras de la Oficina del Médico Forense del Condado de Pima, desde el 2000 hasta el 2020 se han encontrado los cuerpos y restos humanos de 3.308 migrantes.
De estos, solo 1.970 han sido identificados y entregados a sus familias, en su inmensa mayoría de origen mexicano (81 %), al tiempo que un 11% era de Guatemala y un 3% de El Salvador y otro tanto de Honduras.
Hess indicó que últimamente han visto un cambio, ya que antes se encontraban y se identificaban más cuerpos de migrantes mexicanos, ahora son de personas provenientes de Centroamérica.
A LA ESPERA DE DESCUBRIR QUIÉNES ERAN
Cuando un cuerpo o restos humanos son encontrados en el desierto a lo largo de la frontera de Arizona son enviados a la Oficina del Médico Forense en el Condado de Pima, donde se examinan y se determina la posible causa de la muerte.
De los restos encontrados en las últimas dos décadas, en el 49 % de los casos la causa de muerte no pudo ser determinada debido al alto estado de descomposición del cuerpo o si solo se encontraron huesos, mientras que en otro 39 % se sabe que produjo por la exposición a las altas temperaturas del desierto.
Antes de cremar un cuerpo se toma un pedazo de hueso, que se guarda con objetos personales como ropa, rosarios o fotografías que se hallan junto al cuerpo. Y, si es posible, se toman fotos de la dentadura y tatuajes o señas particulares.
Todo esto se almacena con la esperanza de que los esfuerzos que hacen diferentes organizaciones para ayudar a familias que buscan a un ser querido extraviado en el desierto de Arizona puedan encontrarlo.
Cuando el cuerpo de un migrante es incinerado, las cenizas son colocadas dentro de una urna donde se inscribe “John Doe” en una etiqueta de identificación junto al número del caso y fecha cuando se encontró el cuerpo.
Hess no quiso revelar el número exacto de migrantes sin identificar que se encuentran en el “campo de los indigentes”.
“Continuamente trabajamos con varias organizaciones, consulados y universidades para tratar de identificar los restos sin importar cuánto tiempo haya pasado desde su fallecimiento”, dijo el médico forense.
Y es que mientras muchas familias buscan sin cesar a seres queridos que simplemente “desaparecieron” en su intento de cruzar la frontera, algunos migrantes que nunca fueron identificados descansan en este campo santo apartado del ruido de la ciudad y rodeado de frondosos pinos.Más allá del nuevo colorido que aportan los nichos recién pintados, el sencillo y humilde cementerio cuenta con unas escasas flores de plástico ya desgastadas por el sol y unas flores secas de alguien que se apiadó de ellos y les visitó. Quizá alguno de los asistentes que participan en la ceremonia que cada año diferentes organizaciones y religiosos llevan a cabo en el cementerio para orar por los fallecidos y recordarles que nunca serán olvidados.