Toca 19 instrumentos pese a su ceguera

Quien ve caminando por la avenida Bergenline, en West New York y Union City, a Mario Taylor llevando un brillante y cuidado saxofón en una silla de ruedas, que acarrea cuarenta cuadras cada día, no tiene idea del tesón de éste músico autodidacta.

Originario de República Dominicana, se busca la vida de muchas maneras: vendiendo productos a domicilio, tocando música “cristiana” en las calles, haciendo manualidades o dando clases, para llevar el sustento diario a su hogar.

Nació con impedimentos visuales, situación que a muchos les impide cultivar la música. La única lectura que está a su alcance es el braille, sistema que ayuda a los ciegos a leer en libros especiales.

Como suele ocurrir, las personas que tienen severos problemas de visión o son ciegos desarrollan el sentido del oído con mucho mayor agudeza que las personas normales. Mario es capaz, dentro de las tinieblas en que vive, de detectar la pisada de un gato, uno de los mamíferos más sigilosos y ligeros que existen, cuando pasa por su puerta.

Aprovechando esa habilidad que le dio la naturaleza se empeñó en aprender a tocar instrumentos como la guitarra, el violín, el charango, la trompeta, el saxofón o el piano.

¨Sé tocar unos 19 instrumentos. Todos ellos los he aprendido de oídas. Es que los instrumentos son como los idiomas, una vez que aprendes uno más se te hace más fácil aprender otros,¨ dice Taylor, mientras afina y limpia sus instrumentos, que ocupan buena parte de su departamento.

Vive en la ciudad de West New York y los residentes de su vecindario lo saludan con respeto, porque no hace escándalos, no bebe ni tiene la música a alto volumen.

La afición le viene desde niño. A la edad en que sus vecinos o amigos se dedicaban a jugar fútbol él se instruía escuchando, preguntando, consiguiendo y siguiendo las tonadas, aprendiendo de los que sabían.

Es muy conservador con su música, va por lo clásico, el jazz, el vals, el bolero. Le molesta que las letras del cancionero popular de hoy no comuniquen sentimientos sino alusiones sexuales o violentas. “Ese tipo de música no está cerca del Señor”, dice.

Su trabajo de venta de productos, mayormente perfumes o productos naturales, lo hace casa por casa, sin embargo sus largas jornadas diarias no le impiden tocar en su iglesia.

“Lo hago voluntariamente, es mi manera de agradecer todas las cosas buenas y maravillosas cosas que me ha dado la vida. Todo nos viene de lo alto. Sin fe en el Señor nada nos saldrá bien”, afirma mientras se va con la silla de ruedas por la avenida Bergenline.