Felix Millán añora el viejo béisbol

Félix Millán jugó trece temporadas en las Grandes Ligas del béisbol profesional, años en los que triunfó como uno de los mejores segundas bases de todos los tiempos, y ahora, tres décadas después, sigue vinculado a un deporte del que sigue “enamorado” pero que considera “desvirtuado” por el dinero.

“Antes se jugaba de corazón, el pelotero no hacía tanto dinero como hacen ahora, se jugaba porque nos gustaba el deporte y nos fajábamos todo el tiempo”, afirmó Millán, el puertorriqueño que los amantes del béisbol han elevado a leyenda.

El expelotero considera que en la actualidad los jugadores hacen “demasiado dinero” y eso “ha limitado un poco” la pasión que le ponen en el campo, y cree que hay algunos que ganan “cifras astronómicas que no se merecen”, lo cual, en su opinión, “ha desvirtuado un poco el béisbol, al igual que otros deportes”.

Millán, que está a punto de cumplir 69 años, asegura que “es una pena” que algunos de sus peloteros favoritos, como el también puertorriqueño Roberto Clemente o el estadounidense Willie Mays, jugaran en la época en que lo hicieron porque hoy “no habría dinero para pagarles porque eran demasiado buenos”.

“Los ídolos también tenemos ídolos. El mío es Hank Aaron, jugamos en Atlanta, me ayudó mucho, me consiguió apartamento, me prestó el carro. Yo era novato pero hizo por mi lo mismo que hice yo por otros después”, añade el puertorriqueño, que presta estos días su imagen a un programa de beneficios de Citi para fanáticos de los Mets.

El legendario segunda base se siente “orgulloso” de haber podido representar durante años a la comunidad latina en EE.UU, donde jugó siete años con los Bravos de Atlanta y otros seis con los Mets de Nueva York antes de una grave lesión que le obligó a abandonar las Grandes Ligas y seguir su carrera en Japón y México.

“Tuve tiempos malos pero muchos mejores, muchas satisfacciones mientras jugaba en Puerto Rico y EEUU”, dijo Millán, quien recuerda que en 1969, cuando nació su hijo, ganó el primero de sus dos Guantes de Oro con los Bravos, mientras que en 1973, cuando nació su hija, se convirtió en el pelotero más valioso con los Mets.