Sueños truncados por los papeles: de ser científico a manejar una “lonchera”

Beatriz Limón / Agencia

Tras ganar un reconocido concurso de robótica, el “soñador” Lorenzo Santillán tuvo la oportunidad de ser científico, pero su estatus migratorio le impidió tener una beca universitaria y tuvo que buscar una alternativa que llegó en forma de un camión de comida ambulante que llamó “Ni de aquí, ni de allá”.

Santillán formó parte del equipo de estudiantes indocumentados de la escuela secundaria Carl Hayden Community de Phoenix (Arizona) que en 2004 ganó un concurso de robótica acuática al imponerse a universidades destacadas como el reputado Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

Este éxito, que inspiró el documental “Underwater Dreams” y la película “Spare Parts”, con George López, Jamie Lee Curtis y Marisa Tomei, le abrió las puertas realizar una carrera universitaria, pero su estatus migratorio le impidió acceder a las becas que le ofrecieron y pagarse una carrera universitaria era imposible.

Con todo, Santillán está convencido de que carecer de documentos no debe detener a los estudiantes indocumentados para abrirse camino.

No se dejó vencer y concluyó sus estudios de cocina en un colegio comunitario y ahora dirige un camión de comida ambulante que es el espejo de estos jóvenes con sueños y aspiraciones en un país donde los estudios tienen límites.

“Como indocumentado uno siente tristeza, pero no por eso vas a parar tu vida para que se complazcan otras personas. Claro que tuve muchas oportunidades después de ganar ese concurso de robótica, pero al ser indocumentados no podíamos aplicar para las becas que nos ofrecían”, explica.

Pero, a falta de becas, un artículo de prensa publicado en 2005 que relataba la vida de estos jóvenes indocumentados destinados al fracaso pero que lograron el triunfo sobre centros educativos de alto prestigio, los llevó a la prensa nacional e internacional.

“Ese artículo llamó la atención de cómo unos jóvenes indocumentados, latinos, del desierto, en una escuela donde predominan las pandillas y la violencia pudieron vencer en un concurso de robótica”, rememora Santillán.

“Recibimos fondos de personas de todas partes del mundo. Nos dieron 100.000 dólares de donaciones, así que como éramos cuatro estudiantes a mí me tocaron 25 mil dólares; esa fue mi beca para estudiar cocina, no tuve que ser ciudadano para recibir una beca”, dice el joven con una orgullosa sonrisa.

Ahora, acogido bajo el amparo migratorio DACA que el expresidente Barack Obama concedió a jóvenes indocumentados que llegaron al país de la mano de sus padres indocumentados cuando eran apenas unos niños, emprendió una nueva empresa que une tanto a la cultura mexicana como la estadounidense: la comida.

“Mi comida es esencia mexicana, pero también tiene toques americanos, por eso mi negocio es ‘Ni de aquí, ni de allá’. No es un nombre memorable, pero refleja lo que vivimos los ‘dreamers’ aquí. No somos aceptados totalmente en este país, pero tampoco podemos regresar a un país que no conocemos”, explica.

Santillán, que llegó a Phoenix con apenas nueve meses de edad desde Michoacán (México), señala que nunca ha visitado su país de origen. “Es casi imposible que me regrese a un país que nunca he conocido. Por eso me decidí por la cocina, es una manera de regresar a México por medio de la cultura culinaria”, asegura satisfecho, sobre todo teniendo en cuenta las perspectivas que se cernían sobre su futuro.

Recuerda que, de todos los estudiantes de aquel grupo de 2004, él fue siempre el más problemático, pues siempre estuvo rodeado de un ambiente de pandillas y violencia.

“Nunca me di por vencido. Es el consejo que le doy a los estudiantes indocumentados, que tienen que luchar el doble, alcancen sus metas, yo logré mi negocio, porque no dejé que nadie me dijera que no podía lograrlo”, destaca.

El documental “Underwater Dreams” se acerca al éxito de 2004 de Santillán y sus compañeros Cristian Arcega, Luis Aranda y Óscar Vázquez, y les acompaña años después a Boston a conocer a los estudiantes de MIT a los que derrotaron para reflejar la disparidad que les deparó el futuro a los componentes de los dos equipos.

En aquella época no existía DACA, aprobado en 2012, por lo que Santillán no pudo acceder a una beca que le costeara sus estudios de robótica, a pesar de recibir varias propuestas.

“Así que tuvimos que hacer, lo que nos quedaba hacer. Me centré en la cultura que me ha dado tanto, la cocina de mi madre”, comenta sonriente, pero sabiendo que tuvo que dejar atrás sus sueños de ser científico.